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Hay rituales que se repiten, una y otra vez, frente a nuestros ojos, aunque ya no podamos percibirlos, siguen allí, esperando a ser re - descubiertos. Pequeños detalles rutinarios que se naturalizan en nuestro andar, y no nos dejan "ver" aquello que pareciera ser el verdadero sentido.
La ciudad, caótica, llena de ruidos, melodías, paisajes y garabatos. Como un mar que nunca descansa, siempre turbulento, se balancéa al límite de la locura. Pareciera que va a estallar en cada esquina, en dos cuerpos que se chocan y se ignoran, en dos miradas que se cruzan...
Cada uno camina por su línea punteada, con su mochila y sus cielos azules. Van siguiendo un patrón, se conectan sigilosamente de alguna manera. Pero, no se preguntan si los hilos son de tanza o imaginarios. Van.... y vinen, nunca cesan de agregar un paso más a las baldosas, o si lo hacen, pero esa es otra historia.
Los edificios observan, día a día, son testigos de las tragedias y las alegrías de muchas personas, que sin querer, comparten, todo aquello con el escenario que las contiene. Sin embargo, allí quedan,nunca mueren, son ... silenciosos, pasivos observadores, activos detentadores de sueños, lejanos guardianes de la normalidad.
Aunque, raras veces, ocurren catástrofes de sentido, masivos ataques a la cotidaneidad y ese algo se atreve a adentrarse en la boca del lobo.
Ella...
Baila con su melena marrón, larga, salvaje, sus rulos tienen presencia propia. Las bolsas le ocupan las manos, le obstruyen la circulación de cada uno de sus dedos, que con las uñas pintadas de rojo, sostienen el aire que la circunda. Su cuerpo es una escultura perfecta, y sabe lucirlo, usarlo, gritarlo y refregarlo ante la cara de cada uno de los transeúntes, que, como yo, protagonizamos estas explosiones de placer.
La ciudad, caótica, llena de ruidos, melodías, paisajes y garabatos. Como un mar que nunca descansa, siempre turbulento, se balancéa al límite de la locura. Pareciera que va a estallar en cada esquina, en dos cuerpos que se chocan y se ignoran, en dos miradas que se cruzan...
Cada uno camina por su línea punteada, con su mochila y sus cielos azules. Van siguiendo un patrón, se conectan sigilosamente de alguna manera. Pero, no se preguntan si los hilos son de tanza o imaginarios. Van.... y vinen, nunca cesan de agregar un paso más a las baldosas, o si lo hacen, pero esa es otra historia.
Los edificios observan, día a día, son testigos de las tragedias y las alegrías de muchas personas, que sin querer, comparten, todo aquello con el escenario que las contiene. Sin embargo, allí quedan,nunca mueren, son ... silenciosos, pasivos observadores, activos detentadores de sueños, lejanos guardianes de la normalidad.
Aunque, raras veces, ocurren catástrofes de sentido, masivos ataques a la cotidaneidad y ese algo se atreve a adentrarse en la boca del lobo.
Ella...
Baila con su melena marrón, larga, salvaje, sus rulos tienen presencia propia. Las bolsas le ocupan las manos, le obstruyen la circulación de cada uno de sus dedos, que con las uñas pintadas de rojo, sostienen el aire que la circunda. Su cuerpo es una escultura perfecta, y sabe lucirlo, usarlo, gritarlo y refregarlo ante la cara de cada uno de los transeúntes, que, como yo, protagonizamos estas explosiones de placer.
Si la belleza existe, allí iba caminando...
Sin querer (o queriendo) llama la atención de los hombres y también de las mujeres, que comienzan a pulular como abejas alrededor de su abeja reina. Su presencia es irresistible, nadie puede evitar voltear a mirarla y quedarse encantado siguiendo su ritmo musical. Cada paso que dá es un ojo que se cierra, una boca que se abre, una espalda que se esconde, una cara que se muestra. Inspira sonrisas, piropos, envidias, murmuros, y ni se inmuta, no se sonroja ante las palabras que la elogian. Pareciera ir en una realidad parelela, totalmente sola, entre otra gente, tan igual a ella, que jamás notarían que está allí.
Se habrá equivocado de año, de lugar, y hasta de razón. Tal véz, solo existe las cabezas de los que la miramos, y proyectamos la perfección en ella. La idealizamos, y le damos vida propia. Quizás es tan solo un ser humano más de este planeta, alguien como vos, o como yo, pero que quiere llamar nuestra atención. A lo mejor, nosotros deberíamos hacer lo mismo...
Todo se detiene, y en cámara lenta ella cruza la calle, los conductores no pueden evitar sacar la cabeza por la ventana para que nada estropeé aquel paisaje, los que van acompañados, miran de reojo por el espejo retrovisor. Nadie queda fuera de su hechizante caminar. Las hojas, que con el viento se escapaban rápidamente, han perdido su velocidad, y quedan suspendidas en el aire, como si un imán, las estuviese reteniendo es ese preciso lugar. Los gestos, los movimientos, se dan su tiempo para nacer y morir, nada parece estar regido bajo las antiguas leyes de la física. Todas las luces parecieran apuntar a ella, y los ojos, como reflectores, acompañan aquel espectátculo.
Son eternos los segundos en que es la protagonista de esta historia, la estrella, la diva. Como un dominó, las fichas terminan de caer, y uno a uno, van volviendo sus ojos al piso. El rompecabezas vuelve a ordenar sus fichas, y todo se conecta para seguir funcionando, como lo hacia antes de la bella interrupción.
Se sabe de sus efectos mortales en los que la contemplan, se que sabe que sus pasos con como cortes muy profundos en el plan estipulado del día, se nota en su caminar, en su postura, en sus anteojos de sol que esconden ojos que se sonrojan. Sin embargo, su papel será el de iluminar miradas, robar suspiros, darle sentido a la vida, allí donde todo creíamos que no lo tenía, o lo sobrepasaba
El semáforo da verde, todos avanzan con los autos, bocinas, palabras que se cruzan a la velocidad normal, y como una película en STOP, todo se acomoda, ella se disipa entre la multitud, y yo, sin querer, vuelvo a mirar sin los ojos y a pretender, ser una más, entre el montón de cuerpos.
Se habrá equivocado de año, de lugar, y hasta de razón. Tal véz, solo existe las cabezas de los que la miramos, y proyectamos la perfección en ella. La idealizamos, y le damos vida propia. Quizás es tan solo un ser humano más de este planeta, alguien como vos, o como yo, pero que quiere llamar nuestra atención. A lo mejor, nosotros deberíamos hacer lo mismo...
Todo se detiene, y en cámara lenta ella cruza la calle, los conductores no pueden evitar sacar la cabeza por la ventana para que nada estropeé aquel paisaje, los que van acompañados, miran de reojo por el espejo retrovisor. Nadie queda fuera de su hechizante caminar. Las hojas, que con el viento se escapaban rápidamente, han perdido su velocidad, y quedan suspendidas en el aire, como si un imán, las estuviese reteniendo es ese preciso lugar. Los gestos, los movimientos, se dan su tiempo para nacer y morir, nada parece estar regido bajo las antiguas leyes de la física. Todas las luces parecieran apuntar a ella, y los ojos, como reflectores, acompañan aquel espectátculo.
Son eternos los segundos en que es la protagonista de esta historia, la estrella, la diva. Como un dominó, las fichas terminan de caer, y uno a uno, van volviendo sus ojos al piso. El rompecabezas vuelve a ordenar sus fichas, y todo se conecta para seguir funcionando, como lo hacia antes de la bella interrupción.
Se sabe de sus efectos mortales en los que la contemplan, se que sabe que sus pasos con como cortes muy profundos en el plan estipulado del día, se nota en su caminar, en su postura, en sus anteojos de sol que esconden ojos que se sonrojan. Sin embargo, su papel será el de iluminar miradas, robar suspiros, darle sentido a la vida, allí donde todo creíamos que no lo tenía, o lo sobrepasaba
El semáforo da verde, todos avanzan con los autos, bocinas, palabras que se cruzan a la velocidad normal, y como una película en STOP, todo se acomoda, ella se disipa entre la multitud, y yo, sin querer, vuelvo a mirar sin los ojos y a pretender, ser una más, entre el montón de cuerpos.
Etiquetas: de la vida, mirando
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