ella.y.él

Se enciende la llama inmensa, eterna de la realidad que pupula por cada rincón de ella misma. Le gusta menearse con sus nuevos vestidos, mostrar las piernas, pintar sus labios y cantar alguna canción francesa en un cabaret. Es fugaz, escurridiza, filosa y misteriosa. Nunca se sabe cuando llega, cuando se va, cuando se queda y cuando está.
Ella canta y canta hasta que se queda si voz, salpica de mundo a todos los que la rozan, la tocan y la aclaman. Nadie puede salvarse de sus más feroces tentáculos, siempre tan perfumados. Quiere todo o nada, no conoce lo que no es ella, todo es ella. Aunque no sea asi realmente.
Su Alterego, su enemigo, su único rival, pordiosero de migajas inexistentes, cúmulo de frustraciones y andanzas vagas, no busca nada, no encuentra nada. Parece una desgracia, segun el discurso oficial de su villana.
Pero aunque su aspecto sea negro, profundo, descuidado y aparentemente vago, aquel que lo conoce, y lo conoce realmente puede llegar a amarlo, a odiar a la otra con ese maldito mandado de estar aqui y ahora oliendole sus piez inmundos con algun nuevo zapato de moda.
El no pide nada, da lo que cada uno quiere encontrar. En su último recoveco es un disfraz, dipuesto a ser usado todas las veces que sea, en cualquier forma, de cualquier manera.
Es como el agua, maleable, sana y transparente.
Ella, la realidad aguda y hermosa por fuera, clava sus uñas en el pecho y odia ser abandonada. El, el sueño, impensable, ínfimo por fuera, no se aferra a nada. Deja que sus confines nos envuelvan y las alas comiencen a crecer detrás de los omóplatos. Nosotros nos aferramos a él, cuando descubrimos esos encantos ocultos, esa mágia única de no ser lo que somos, sino lo que sea. El punto de partida es la imaginación, la llegada, nunca deseada, es el retorno a la conciencia. El peso de todo lo que es y no puede ser de otra forma.
Esa es la desilución, la escición entre uno y otro.
Ella canta y canta hasta que se queda si voz, salpica de mundo a todos los que la rozan, la tocan y la aclaman. Nadie puede salvarse de sus más feroces tentáculos, siempre tan perfumados. Quiere todo o nada, no conoce lo que no es ella, todo es ella. Aunque no sea asi realmente.
Su Alterego, su enemigo, su único rival, pordiosero de migajas inexistentes, cúmulo de frustraciones y andanzas vagas, no busca nada, no encuentra nada. Parece una desgracia, segun el discurso oficial de su villana.
Pero aunque su aspecto sea negro, profundo, descuidado y aparentemente vago, aquel que lo conoce, y lo conoce realmente puede llegar a amarlo, a odiar a la otra con ese maldito mandado de estar aqui y ahora oliendole sus piez inmundos con algun nuevo zapato de moda.
El no pide nada, da lo que cada uno quiere encontrar. En su último recoveco es un disfraz, dipuesto a ser usado todas las veces que sea, en cualquier forma, de cualquier manera.
Es como el agua, maleable, sana y transparente.
Ella, la realidad aguda y hermosa por fuera, clava sus uñas en el pecho y odia ser abandonada. El, el sueño, impensable, ínfimo por fuera, no se aferra a nada. Deja que sus confines nos envuelvan y las alas comiencen a crecer detrás de los omóplatos. Nosotros nos aferramos a él, cuando descubrimos esos encantos ocultos, esa mágia única de no ser lo que somos, sino lo que sea. El punto de partida es la imaginación, la llegada, nunca deseada, es el retorno a la conciencia. El peso de todo lo que es y no puede ser de otra forma.
Esa es la desilución, la escición entre uno y otro.
Aquello que los divide para siempre y los une, soy yo, sos vos
Etiquetas: prosa.poética
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