Calixta Lux III
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CAP III "El pasaje"
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CAP III "El pasaje"
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Tenía los pies dormidos, los brazos abrazando la almohada y los ojos prácticamente blancos y brillosos. Las sábanas eran como aguas embravecidas que me ahogaban en sus confines, el olor a mañana nueva, a luz solar junto con pelusas bajo la cama, me recuerda el paso del tiempo.
Un pie sigue al otro, como un tango feroz, y poco a poco me reincorporo en mi espina dorsal, los brazos siguen colgando como ramas de árboles gigantescos, el labio superior de a poco se abre y exhala, junto con el labio inferior un aire fresco de energías vitales.
Bostezo, me retuerzo como un ciempiés, se me escapa una seguidilla de estornudos a los dioses de las casualidades y pedidos. El piso de madera, a estás horas parece mas claro que de costumbre, tiene un brillo inigualable, una luz propia que de a poco me contagia y deviene una sonrisa como reflejo al gorrión que tímidamente dirige la orquesta urbana desde mi balcón.
Si el vidrio fuera una puerta que resguarda nuestra caja de cristal, de aquellos fantasmas exteriores, hoy hubiera sido como una seda, como aquella nube que con su forma de pirata con pata de palo, me advierte algo, de todo lo que ocurrirá ese día.
Cada día se parece aun mas al día anterior, todo sigue exactamente en aquel lugar, el cepillo de dientes no se fue a ninguna fiesta, el peine solo ha peinado mis cabellos, cada prenda de ropa tiene únicamente mi olor y el agua sigue tan pero tan transparente como todos los días. A veces anhelo que Julio Verne viniera a llevarme a pasear en su globo por 80 días, o una dama de la edad media me invitara a un baile con aquellos vestidos tan particulares.
La toalla se apreta tan fuerte sobre mi cara que no puedo respirar, pero me gusta esa sensación de que todo se acaba por un ratito, y al abrir los ojos todo parece nuevo, con otros colores más amarillentos y verdes.
En aquel instante en que todo podría ser de otra manera, pero elijo seguir las recetas de cocina suena el teléfono.
-¿quién será a esta hora?- me pregunto mientras corro a atenderlo por el pasillo de marfil.
-¿Hola?
-Hola si, con la señorita Calixta Lux, por favor- responde una voz muy articulada, practicada y hasta artificial.
-Si, ella habla. ¿Qué desea?- contesto en tono curioso y ansioso.
-Queríamos informarle que su cuenta en el banco ha sido exitosamente cancelada. El número de transacción es 19******.
-Eh? ¿Qué cuenta bancaria?, yo no tengo ninguna cuenta bancaria, y mucho menos la he cancelado – explico desorientada- debe haber algún error.
-Pero no hay ningún error señorita, UD me dijo que era Calixta Lux, DNI: 30.***.***, número de cuenta bancaria: 987****, la abrió el día 14 de mayo del 2034 y colocó en ella 2 millones de pesos. Yo soy un representante del Banco Swisscherd aquí mismo en Suiza.
-Pero no puede ser, estamos en el 2006 como voy a abrir una cuenta en el futuro, mi familia no posee ningún dinero, es imposible que aquello fuera mío. Debe haber algún problema. Discúlpeme pero tengo que irme. Hasta luego.
Le corté asustada y me senté en la silla al lado de la mesita del teléfono:
-¿2 millones de pesos?.... ¿en el 2034?…. ¿qué es lo que está pasando?
Me incorporé en mis dos medios de trasporte y lo llamé a Benicio, me atendió la secretaria y me dijo que estaba en una reunión y que había solicitado explícitamente que nadie lo molestara.
-Pero es una emergencia- le exigí de inmediato.
- Lo siento, pero va a tener que llamar más tarde. Hasta luego.
-¿Me cortó? Le decía al teléfono mudo y colgando en mi mano derecha. ¡Qué mal educada!
Preferí olvidar el asunto hasta la noche, tenía que irme rápidamente, el reloj, mi peor enemigo, colgaba cadáveres en minutos y mi cabeza rodaría en cualquier momento sino me disponía a penetrar en la maraña de cuerpos sin ojos.
Salí apresurada, creo que todavía tenía el pantalón pijamas abajo del pantalón de vestir, solían pasarme ese tipo de olvidos superficiales pero divertidos. En la oficina, solían llamarme la dama de los pijamas, se jugaban apuestas sobre el color de ellos y sus supuestos dibujos, era todo una broma envuelta en papel A4.
El ascensor no venía más, el reloj seguía sacándome la lengua y mofándose de mi situación desventajosa. Finalmente subo al transportador de almas a la “Divina Comedia” y la vecina del 5to D, empieza a hablar de tiempo y sus devenires, es como que existiera en diferentes espacios cassettes predeterminados, de lo que se debe y no que no se debe hablar allí.
El estado del tiempo suele ser un tópico muy frecuente en ascensores, escaleras, pasillos de oficinas públicas, y lugares comunes pero anónimos.
Suelo responder con una sonrisa mecánicamente calculada y un: “Tal cual”, pero sin embargo manteniendo la cordialidad hasta donde se pueda.
El hall de entrada siempre está tan limpio, ¿nunca se ensucia? Me pregunto todos los días, cuando el piso negro de granito reluce, aunque afuera esté lloviendo, la maderas del revestimiento de la pared, siempre, está tan lustrada, las luces dicroicas del techo, están prendidas aunque el sol les haga la competencia. El portero siempre aguarda en la puerta gigante de vidrio y su marco de bronce, esperando para encarnar su papel de San Pedro en los umbrales del cielo.
No sé por que en aquel trayecto entre el ascensor y la puerta de salida, voy como perdiendo seguridades, cada vez me siento más débil, menos persona y más ente, más número y menos corazón, más cuerpo y menos ojos.
-Buen día, señorita Lux- me saluda el portero amablemente.
- Buen Día Gómez- le contestó como con pie de un lado del meridiano sur y otro en el del norte.
-Lindo día ¿no? Una mañana reluciente y soleada como pocas de invierno.
- Si, eso parece. Hasta luego.
-Hasta luego, que tenga un buen día.
Salgo apurada, ya colgué cualquier certeza en todos los percheros, y me dispongo a unirme a la marea de pies y manos, sin vida, sin algo para decir con sus puertas cerradas.
Cada uno va en su mundo, todos repasan sus diálogos, se acomodan las caretas y los disfraces, la escenografía suele parecerse a la del día anterior, con algunos cambios minúsculos que pocos notarían, aquel edificio tiene las ventanas abiertas, la vereda está mas mojada que el día anterior, los autos son cada vez más rojos, y aquella paloma que suele posarse en los cables de la esquina, no vino a picotear el pan de la confitería de enfrente.
Muchas son las alternativas para llegar al lugar elegido, sin embargo eligen las mismas, como los vacas por su sendero, como el lechero, apretan el botón PLAY y luz, cámara, acción, repiten de memoria lo conocido, lo esperado, lo comprobado y sobre todo lo que todos los demás hacen.
El tráfico se asemeja a las hormigas construyendo su fortaleza, van, vienen, y chocan, se entienden en su propio código, que fuera de allí parece tan descabellado.
El caos es el denominador común de la Gran Ciudad, es lo que lo mantiene en equilibrio y le da su propia identidad.
Es el único lugar donde los pisos se mueven y respiran por si mismos, donde los edificios sueñan con alcanzar el cielo como en Babilonia, y las sombras tan desaparecidas entre cemento y sudor. Las miradas fueron asesinadas en un tiroteo entre policías y ladrones, cuando estos últimos no reconocieron las pautas pre-establecidas, y comenzaron a sobrevivir sin sueños.
Caminan como violados en sus más intima privacidad, escondidos de todo aquel que osará levantar la cabeza de sus propios pies, hay burbujas de todos los tamaños y colores, esas si que se venden en todas las vidrieras y comerciales.
Encuentro mis pasos del día anterior, todavía puedo percibirme en aquella mañana lluviosa del lunes, y hoy miércoles, aunque el sol resquebraje la tierra, mis zapatos pisan las mismas huellas que mis trasparencias van dejando.
Entro al edificio donde suelo ser un eslabón más de la cadena de producción, y donde, la cinta ya ha comenzado ha funcionar y mi puesto está vacío, lo que provoca el enojo y furia de mis superiores.
Tantas ganancias perdidas por un minuto desperdiciados, por media hora de retraso, quizás la bolsa de Hong Kong caiga, y yo deba pagarlo de mi bolsillo.
-Entonces lo 2 millones de pesos me servirán para escapar de la cárcel e irme a vivir a una isla desierta con mi Benicio, para vivir de la caza y la pesca- pienso en voz alta.
Las horas pasan lentamente, maldito reloj y tus trampas, te gusta reírte de mis desidias y estirar tus agujas solo cuando no es necesario.
Encuentro mi mano en el teclado de la computadora, “trabajando”, dejando de lado la cabeza, allí en el porta-paraguas, donde me mira y me dice:
¿Qué es lo que estoy haciendo aquí? Una y otra vez a lo largo de estos últimos años.
Interrumpe una voz chillona y molesta, Carmen la secretaria de presidencia me hace un gesto que vaya a su escritorio.
Me levanto, me coloco los zapatos, y el cubículo donde dejo parte de mi esencia, ya no es más gris es azul oscuro.
-Si, Carmen, ¿me llamaste?
-Calixta, llego este sobre para vos, tenés que firmar acá- me contestó un tanto molesta.
- ¿Para mi? Repliqué sorprendida.
-Si, pero igualmente te agradecería si no das la dirección de la oficina para que te manden cosas personales, ¿puede ser?
Ya tenía que dar su comentario final, su ácido caramelo de frutilla quedaba incrustado en mi lengua y me tiraba las orejas son la mirada.
-Si, perdón, la verdad que no tengo idea quien puede haber sido.- contesto y me voy rápidamente a mi refugio comercial.
Lo abro de inmediato, y en él había un mensaje escrito en una letra extraña, como caligrafía de la edad media, en un idioma que tampoco comprendía.
Procedo a buscar en Internet, que podrían significar:
“Treffen Sie mich an Ecke des Traums. Sie wissen (kennen) wenn und wo”
Supuse que era alemán, por la forma de los artículos y las palabras duras.
Rápidamente encontré un traductor y decía: “Encontrame en la esquina de los sueños, Vos sabes donde y cuando”
Hoy, ciertamente, era el día mas extraño de todos, primero el mensaje trasmitido del sueño a la realidad, luego una cuenta en Suiza, ahora un mensaje en alemán para encontrarme en quien sabe donde, a quien sabe a que hora.
En fin, procedí a tirarlo, concluyendo que hoy era, quizás, el día de lo inocentes, y alguien se estaba divirtiendo conmigo.
Las horas, indefectiblemente pasaron y volé como un pájaro en invierno hacia mi propio norte tropical.
El mismo paisaje con sol, solo que con retazos de lunas y estrellas, me despiden de aquel paraíso de los espejos y ventanas.
Me subo al subte, comienzo a pensar sobre todo aquello que me ha sucedido:
-hoy es un día extraño, muy extraño- me digo a mi misma- no veo la hora de llegar y contarle todo a mi Benicio, a ver que piensa, quizás sea el gran mentor de esta terrible parodia.
Junto a mi, se sienta un señor barbudo, un tanto desprolijo y con las uñas largas, casi como las de una mujer, con el detalle de que estaban llenas de grasa negra, que las afeaba profundamente.
-No fuiste ¿no?
Me doy vuelta como percatándome que me estaba hablando a mi y le pregunto que es lo que estaba hablando, no entendía.
-Te vas a arrepentir, no da segundas oportunidades, vos querías las respuestas a todas las preguntas, deberías haber ido- me advirtió
-¿Arrepentir de que?, no le entiendo lo que dice señor.
-Pues deberías haber ido- gritó desesperado.
Me le aleje con miedo, su cara estaba como frenética y los ojos se le salían de la órbita ocular.
Salí rápido de la trampa mortal de los topos y cocodrilos podridos, y encaré una huida rotuna a un mundo que hoy, no había comprendido, y si siempre estaba buscado la novedad y la ruptura de la rutina, quien quiera que hubiera hecho esto, lo había logrado.
Entré rápido y deje mis fantasmas, excusas y disfraces en la puerta, volví a recobrar mis ojos y su cabal mirada, todo en mi casa me habla en un lenguaje que puedo entender perfectamente, hasta la alfombra roja de la entrada, con sus flores, parece primavera y verano.
-Benicio, ¿amor? ¿Llegaste?- suplique como un niño cuando ve a su madre.
-Si, Cali, estoy aquí en la cocina haciéndome un sándwich.
Corrí, lo abracé y lo besé como si lo hubiera perdido por miles de vidas y se sorprendió de que mis piernas temblaban y mi pulso estaba agitado.
-Tenés la piel de gallina, ¿te pasa algo?
Le indiqué que nos sentáramos y le conté todo lo acontecido en aquel día. No lo podía entender, especialmente lo ocurrido a la mañana con el papelito, que según él, no había reclamado, es más, argumentó que me quedé dormida sin siquiera saludarlo.
En vez de paz y tranquilidad, las paredes se me venían encima y cada vez me sentía mas claustrofóbica, me faltaba el aire y de de a poco iba desvaneciéndome como una hoja que cae de lo alto de un árbol al cruel devorador, el piso liso, concreto y firmemente duro.
-Calixta…. Calixta!!!!!!!!- gritó Benicio y un aura de soledad y fría ventisca infernal invadió la casa entera.
Los vidrios se nublaron, se hizo de noche más rápido, y él la tenía en sus brazos, como un soldado caído, y lloraba mares de palabras y silencios a la vez, los muebles habían desaparecido, los colores, las formas, todo.
Solo estaba ella y él, en una discusión entre el Pasado, el Presente y el Futuro.
-Ahí viene la ambulancia, amor, No te muevas- le susurró al oído mientras le besaba los labios afiebrados.
-Tomá este papel Bini, me lo dio el señor del subte para vos.
-¿qué señor del Subte amor?... no hables quedate tranquila, tenés mucha fiebre, ya viene la ambulancia- me reclamó preocupado.
-Pero……
….y se volvió a desmayar.
Un pie sigue al otro, como un tango feroz, y poco a poco me reincorporo en mi espina dorsal, los brazos siguen colgando como ramas de árboles gigantescos, el labio superior de a poco se abre y exhala, junto con el labio inferior un aire fresco de energías vitales.
Bostezo, me retuerzo como un ciempiés, se me escapa una seguidilla de estornudos a los dioses de las casualidades y pedidos. El piso de madera, a estás horas parece mas claro que de costumbre, tiene un brillo inigualable, una luz propia que de a poco me contagia y deviene una sonrisa como reflejo al gorrión que tímidamente dirige la orquesta urbana desde mi balcón.
Si el vidrio fuera una puerta que resguarda nuestra caja de cristal, de aquellos fantasmas exteriores, hoy hubiera sido como una seda, como aquella nube que con su forma de pirata con pata de palo, me advierte algo, de todo lo que ocurrirá ese día.
Cada día se parece aun mas al día anterior, todo sigue exactamente en aquel lugar, el cepillo de dientes no se fue a ninguna fiesta, el peine solo ha peinado mis cabellos, cada prenda de ropa tiene únicamente mi olor y el agua sigue tan pero tan transparente como todos los días. A veces anhelo que Julio Verne viniera a llevarme a pasear en su globo por 80 días, o una dama de la edad media me invitara a un baile con aquellos vestidos tan particulares.
La toalla se apreta tan fuerte sobre mi cara que no puedo respirar, pero me gusta esa sensación de que todo se acaba por un ratito, y al abrir los ojos todo parece nuevo, con otros colores más amarillentos y verdes.
En aquel instante en que todo podría ser de otra manera, pero elijo seguir las recetas de cocina suena el teléfono.
-¿quién será a esta hora?- me pregunto mientras corro a atenderlo por el pasillo de marfil.
-¿Hola?
-Hola si, con la señorita Calixta Lux, por favor- responde una voz muy articulada, practicada y hasta artificial.
-Si, ella habla. ¿Qué desea?- contesto en tono curioso y ansioso.
-Queríamos informarle que su cuenta en el banco ha sido exitosamente cancelada. El número de transacción es 19******.
-Eh? ¿Qué cuenta bancaria?, yo no tengo ninguna cuenta bancaria, y mucho menos la he cancelado – explico desorientada- debe haber algún error.
-Pero no hay ningún error señorita, UD me dijo que era Calixta Lux, DNI: 30.***.***, número de cuenta bancaria: 987****, la abrió el día 14 de mayo del 2034 y colocó en ella 2 millones de pesos. Yo soy un representante del Banco Swisscherd aquí mismo en Suiza.
-Pero no puede ser, estamos en el 2006 como voy a abrir una cuenta en el futuro, mi familia no posee ningún dinero, es imposible que aquello fuera mío. Debe haber algún problema. Discúlpeme pero tengo que irme. Hasta luego.
Le corté asustada y me senté en la silla al lado de la mesita del teléfono:
-¿2 millones de pesos?.... ¿en el 2034?…. ¿qué es lo que está pasando?
Me incorporé en mis dos medios de trasporte y lo llamé a Benicio, me atendió la secretaria y me dijo que estaba en una reunión y que había solicitado explícitamente que nadie lo molestara.
-Pero es una emergencia- le exigí de inmediato.
- Lo siento, pero va a tener que llamar más tarde. Hasta luego.
-¿Me cortó? Le decía al teléfono mudo y colgando en mi mano derecha. ¡Qué mal educada!
Preferí olvidar el asunto hasta la noche, tenía que irme rápidamente, el reloj, mi peor enemigo, colgaba cadáveres en minutos y mi cabeza rodaría en cualquier momento sino me disponía a penetrar en la maraña de cuerpos sin ojos.
Salí apresurada, creo que todavía tenía el pantalón pijamas abajo del pantalón de vestir, solían pasarme ese tipo de olvidos superficiales pero divertidos. En la oficina, solían llamarme la dama de los pijamas, se jugaban apuestas sobre el color de ellos y sus supuestos dibujos, era todo una broma envuelta en papel A4.
El ascensor no venía más, el reloj seguía sacándome la lengua y mofándose de mi situación desventajosa. Finalmente subo al transportador de almas a la “Divina Comedia” y la vecina del 5to D, empieza a hablar de tiempo y sus devenires, es como que existiera en diferentes espacios cassettes predeterminados, de lo que se debe y no que no se debe hablar allí.
El estado del tiempo suele ser un tópico muy frecuente en ascensores, escaleras, pasillos de oficinas públicas, y lugares comunes pero anónimos.
Suelo responder con una sonrisa mecánicamente calculada y un: “Tal cual”, pero sin embargo manteniendo la cordialidad hasta donde se pueda.
El hall de entrada siempre está tan limpio, ¿nunca se ensucia? Me pregunto todos los días, cuando el piso negro de granito reluce, aunque afuera esté lloviendo, la maderas del revestimiento de la pared, siempre, está tan lustrada, las luces dicroicas del techo, están prendidas aunque el sol les haga la competencia. El portero siempre aguarda en la puerta gigante de vidrio y su marco de bronce, esperando para encarnar su papel de San Pedro en los umbrales del cielo.
No sé por que en aquel trayecto entre el ascensor y la puerta de salida, voy como perdiendo seguridades, cada vez me siento más débil, menos persona y más ente, más número y menos corazón, más cuerpo y menos ojos.
-Buen día, señorita Lux- me saluda el portero amablemente.
- Buen Día Gómez- le contestó como con pie de un lado del meridiano sur y otro en el del norte.
-Lindo día ¿no? Una mañana reluciente y soleada como pocas de invierno.
- Si, eso parece. Hasta luego.
-Hasta luego, que tenga un buen día.
Salgo apurada, ya colgué cualquier certeza en todos los percheros, y me dispongo a unirme a la marea de pies y manos, sin vida, sin algo para decir con sus puertas cerradas.
Cada uno va en su mundo, todos repasan sus diálogos, se acomodan las caretas y los disfraces, la escenografía suele parecerse a la del día anterior, con algunos cambios minúsculos que pocos notarían, aquel edificio tiene las ventanas abiertas, la vereda está mas mojada que el día anterior, los autos son cada vez más rojos, y aquella paloma que suele posarse en los cables de la esquina, no vino a picotear el pan de la confitería de enfrente.
Muchas son las alternativas para llegar al lugar elegido, sin embargo eligen las mismas, como los vacas por su sendero, como el lechero, apretan el botón PLAY y luz, cámara, acción, repiten de memoria lo conocido, lo esperado, lo comprobado y sobre todo lo que todos los demás hacen.
El tráfico se asemeja a las hormigas construyendo su fortaleza, van, vienen, y chocan, se entienden en su propio código, que fuera de allí parece tan descabellado.
El caos es el denominador común de la Gran Ciudad, es lo que lo mantiene en equilibrio y le da su propia identidad.
Es el único lugar donde los pisos se mueven y respiran por si mismos, donde los edificios sueñan con alcanzar el cielo como en Babilonia, y las sombras tan desaparecidas entre cemento y sudor. Las miradas fueron asesinadas en un tiroteo entre policías y ladrones, cuando estos últimos no reconocieron las pautas pre-establecidas, y comenzaron a sobrevivir sin sueños.
Caminan como violados en sus más intima privacidad, escondidos de todo aquel que osará levantar la cabeza de sus propios pies, hay burbujas de todos los tamaños y colores, esas si que se venden en todas las vidrieras y comerciales.
Encuentro mis pasos del día anterior, todavía puedo percibirme en aquella mañana lluviosa del lunes, y hoy miércoles, aunque el sol resquebraje la tierra, mis zapatos pisan las mismas huellas que mis trasparencias van dejando.
Entro al edificio donde suelo ser un eslabón más de la cadena de producción, y donde, la cinta ya ha comenzado ha funcionar y mi puesto está vacío, lo que provoca el enojo y furia de mis superiores.
Tantas ganancias perdidas por un minuto desperdiciados, por media hora de retraso, quizás la bolsa de Hong Kong caiga, y yo deba pagarlo de mi bolsillo.
-Entonces lo 2 millones de pesos me servirán para escapar de la cárcel e irme a vivir a una isla desierta con mi Benicio, para vivir de la caza y la pesca- pienso en voz alta.
Las horas pasan lentamente, maldito reloj y tus trampas, te gusta reírte de mis desidias y estirar tus agujas solo cuando no es necesario.
Encuentro mi mano en el teclado de la computadora, “trabajando”, dejando de lado la cabeza, allí en el porta-paraguas, donde me mira y me dice:
¿Qué es lo que estoy haciendo aquí? Una y otra vez a lo largo de estos últimos años.
Interrumpe una voz chillona y molesta, Carmen la secretaria de presidencia me hace un gesto que vaya a su escritorio.
Me levanto, me coloco los zapatos, y el cubículo donde dejo parte de mi esencia, ya no es más gris es azul oscuro.
-Si, Carmen, ¿me llamaste?
-Calixta, llego este sobre para vos, tenés que firmar acá- me contestó un tanto molesta.
- ¿Para mi? Repliqué sorprendida.
-Si, pero igualmente te agradecería si no das la dirección de la oficina para que te manden cosas personales, ¿puede ser?
Ya tenía que dar su comentario final, su ácido caramelo de frutilla quedaba incrustado en mi lengua y me tiraba las orejas son la mirada.
-Si, perdón, la verdad que no tengo idea quien puede haber sido.- contesto y me voy rápidamente a mi refugio comercial.
Lo abro de inmediato, y en él había un mensaje escrito en una letra extraña, como caligrafía de la edad media, en un idioma que tampoco comprendía.
Procedo a buscar en Internet, que podrían significar:
“Treffen Sie mich an Ecke des Traums. Sie wissen (kennen) wenn und wo”
Supuse que era alemán, por la forma de los artículos y las palabras duras.
Rápidamente encontré un traductor y decía: “Encontrame en la esquina de los sueños, Vos sabes donde y cuando”
Hoy, ciertamente, era el día mas extraño de todos, primero el mensaje trasmitido del sueño a la realidad, luego una cuenta en Suiza, ahora un mensaje en alemán para encontrarme en quien sabe donde, a quien sabe a que hora.
En fin, procedí a tirarlo, concluyendo que hoy era, quizás, el día de lo inocentes, y alguien se estaba divirtiendo conmigo.
Las horas, indefectiblemente pasaron y volé como un pájaro en invierno hacia mi propio norte tropical.
El mismo paisaje con sol, solo que con retazos de lunas y estrellas, me despiden de aquel paraíso de los espejos y ventanas.
Me subo al subte, comienzo a pensar sobre todo aquello que me ha sucedido:
-hoy es un día extraño, muy extraño- me digo a mi misma- no veo la hora de llegar y contarle todo a mi Benicio, a ver que piensa, quizás sea el gran mentor de esta terrible parodia.
Junto a mi, se sienta un señor barbudo, un tanto desprolijo y con las uñas largas, casi como las de una mujer, con el detalle de que estaban llenas de grasa negra, que las afeaba profundamente.
-No fuiste ¿no?
Me doy vuelta como percatándome que me estaba hablando a mi y le pregunto que es lo que estaba hablando, no entendía.
-Te vas a arrepentir, no da segundas oportunidades, vos querías las respuestas a todas las preguntas, deberías haber ido- me advirtió
-¿Arrepentir de que?, no le entiendo lo que dice señor.
-Pues deberías haber ido- gritó desesperado.
Me le aleje con miedo, su cara estaba como frenética y los ojos se le salían de la órbita ocular.
Salí rápido de la trampa mortal de los topos y cocodrilos podridos, y encaré una huida rotuna a un mundo que hoy, no había comprendido, y si siempre estaba buscado la novedad y la ruptura de la rutina, quien quiera que hubiera hecho esto, lo había logrado.
Entré rápido y deje mis fantasmas, excusas y disfraces en la puerta, volví a recobrar mis ojos y su cabal mirada, todo en mi casa me habla en un lenguaje que puedo entender perfectamente, hasta la alfombra roja de la entrada, con sus flores, parece primavera y verano.
-Benicio, ¿amor? ¿Llegaste?- suplique como un niño cuando ve a su madre.
-Si, Cali, estoy aquí en la cocina haciéndome un sándwich.
Corrí, lo abracé y lo besé como si lo hubiera perdido por miles de vidas y se sorprendió de que mis piernas temblaban y mi pulso estaba agitado.
-Tenés la piel de gallina, ¿te pasa algo?
Le indiqué que nos sentáramos y le conté todo lo acontecido en aquel día. No lo podía entender, especialmente lo ocurrido a la mañana con el papelito, que según él, no había reclamado, es más, argumentó que me quedé dormida sin siquiera saludarlo.
En vez de paz y tranquilidad, las paredes se me venían encima y cada vez me sentía mas claustrofóbica, me faltaba el aire y de de a poco iba desvaneciéndome como una hoja que cae de lo alto de un árbol al cruel devorador, el piso liso, concreto y firmemente duro.
-Calixta…. Calixta!!!!!!!!- gritó Benicio y un aura de soledad y fría ventisca infernal invadió la casa entera.
Los vidrios se nublaron, se hizo de noche más rápido, y él la tenía en sus brazos, como un soldado caído, y lloraba mares de palabras y silencios a la vez, los muebles habían desaparecido, los colores, las formas, todo.
Solo estaba ella y él, en una discusión entre el Pasado, el Presente y el Futuro.
-Ahí viene la ambulancia, amor, No te muevas- le susurró al oído mientras le besaba los labios afiebrados.
-Tomá este papel Bini, me lo dio el señor del subte para vos.
-¿qué señor del Subte amor?... no hables quedate tranquila, tenés mucha fiebre, ya viene la ambulancia- me reclamó preocupado.
-Pero……
….y se volvió a desmayar.
Etiquetas: cuentos
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