todos.los.caminos
Hoy tengo ganas de escribir, de escribirte. A los caminantes del mundo, a los locos, a los desviados, enfermos, extraños; a todos los que caminan por la delgada línea de la razón y la cruzan: los valientes, los que dicen mientras hablan y callan cuando hay que callar. Ellos, si… que juegan con sus pensamientos como si fueran manzanas y se atreven a lanzarse de un árbol y volar.
Es que se toman la vida menos en serio, le hacen cosquillas hasta que llega la risa histérica y desesperada y ya no puede más. Sólo así sienten como palpita dentro de su pecho.
¿Quién decretó que vivir tuviera que ser en serio? ¡Es una broma! ¿no puedes darte cuenta? Es un juego, un jugada maestra en constante reinvención, y nosotros ni siquiera somos las piezas, somos aquello que hay entre las piezas, ese soplo divino, el empujón final, la lágrima, la sonrisa, lo que nunca se esfuma, lo que queda para siempre allí y a la vez renace. El cuerpo que vemos es simplemente un estado, un puente entre lo verdadero y lo falso. Si “Para nacer hay que romper un mundo” para vivir habremos de saber armarlo nuevamente y de este modo volver a romperlo.
Tengo ganas de que me escuchen, por una vez, ser una voz eterna de sonidos incesantes y bailar en tu oído por horas y que no te cansas de mi murmuro. Te diré aquello que ya sabes, lo que no es ningún misterio, lo que estás escondiendo debajo de aquella coraza, la más luminosa llama de vida que se está extinguiendo en el refugio de tus pupilas.
Pero no solo quiero que me escuches, quiero que me veas cuando esté en el costado de la ruta y te invite a acompañarme. Seré vos y vos serás yo. Seremos lo que nunca imaginamos, cualquier cosa.
Hoy, aquí, me rió a carcajadas y me conmuevo con el amanecer y la luna. Nada puede ser más bello. Todo lo demás es un relato mal contado de aquellos que todavía no encontraron el sentido del humor, por lo tanto no han encontrado su propio reflejo. Andan como locos mirándose entre sí para comprar una sonrisa que parezca verdadera y vagan como ciegos, perdido entre cientos de letreros gigantes que dicen: TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL CIELO Y AL INFIERNO.
Es que se toman la vida menos en serio, le hacen cosquillas hasta que llega la risa histérica y desesperada y ya no puede más. Sólo así sienten como palpita dentro de su pecho.
¿Quién decretó que vivir tuviera que ser en serio? ¡Es una broma! ¿no puedes darte cuenta? Es un juego, un jugada maestra en constante reinvención, y nosotros ni siquiera somos las piezas, somos aquello que hay entre las piezas, ese soplo divino, el empujón final, la lágrima, la sonrisa, lo que nunca se esfuma, lo que queda para siempre allí y a la vez renace. El cuerpo que vemos es simplemente un estado, un puente entre lo verdadero y lo falso. Si “Para nacer hay que romper un mundo” para vivir habremos de saber armarlo nuevamente y de este modo volver a romperlo.
Tengo ganas de que me escuchen, por una vez, ser una voz eterna de sonidos incesantes y bailar en tu oído por horas y que no te cansas de mi murmuro. Te diré aquello que ya sabes, lo que no es ningún misterio, lo que estás escondiendo debajo de aquella coraza, la más luminosa llama de vida que se está extinguiendo en el refugio de tus pupilas.
Pero no solo quiero que me escuches, quiero que me veas cuando esté en el costado de la ruta y te invite a acompañarme. Seré vos y vos serás yo. Seremos lo que nunca imaginamos, cualquier cosa.
Hoy, aquí, me rió a carcajadas y me conmuevo con el amanecer y la luna. Nada puede ser más bello. Todo lo demás es un relato mal contado de aquellos que todavía no encontraron el sentido del humor, por lo tanto no han encontrado su propio reflejo. Andan como locos mirándose entre sí para comprar una sonrisa que parezca verdadera y vagan como ciegos, perdido entre cientos de letreros gigantes que dicen: TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL CIELO Y AL INFIERNO.
Etiquetas: manifiesto, prosa poética
2 Comentarios:
Si “Para nacer hay que romper un mundo” para vivir habremos de saber armarlo nuevamente y de este modo volver a romperlo.
¿Cuál sino esa la dialéctica de la vida? Hacer del caos formas, para superarlas y con ello destrozarlas, así una y mil veces.
Sin embargo, Caro, dificilmente uno pueda sostenerse eternamente en ese etéreo estadio que nos libera de la angustiante hipnosis que nos despiertan los "cartelitos".
Una vez, un profesor de la facu decía que no hay nada que nos guste más a las personas que andar por la vida poniendo cartelitos.
Y yo creo que es así, que esa cultura de la que habla Williams nos atrapa, nos anestesia, y como dice Leopoldo, nos hipnotiza.
Pero bueno, es peor la resignación de quien, conociendo las fallas, se entrega a ellas.
Somos unos cuantos los que creemos que hay otra manera de resistencia frente a las cosas dadas.
Bonito blog, Caro.
Un beso y pase por el mío cuando quiera.
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