historias.de.amor.II
Se sacaba su maquillaje, dejaba ver su cara fresca, con todas sus imperfecciones, los surcos de la vida, las patas de gallo, los ojos cansados, y la frente arrugada. Se soltaba el cabello de aquel tan prolijo peinado que se habia realizado esa mañana, y su cabello corría como un río de deshielo sobre sus hombros cubiertos de aquella blusa, antigua ya, con sus encajes azules y blancos. Uno a uno peinaba su delicada cabellera, y renegaba de las canas, esas delatoras de la edad física, esas como verdugos del mundo moderno y juvenil, esas que implican exclusión del sistema de "modelos y belleza perfecta". Sin embargo seguía mirandose al espejo y guardaba su mirada con tantas imágenes guardadas para el otro día.
Al terminar se desabrochaba la blusa y miraba aquellos pechos que en aquellas épocas habrian causado más de un supiro, aquellos deseados por tantos, motivos de piropos, pretendientes varios y ciertamente orgullo mismo de su propia portadora. Ya estaban caídos, arrugados y no tenian ese "sex appel" que los caracterizaba, el corpiño por mas "push up" que tuviera no podía mejorar esa situación. Habia pensado más de una vez en hacerse cirugia, pero luego le habia dado miedo, y más que miedo, después de todo asi era el paso de los años, para que detenerlo como una estatua o momia que camina y "parece" de menos cuando en la realidad el tiempo pasa, y pasa para todos, y por mas cirugia que te hagas, la cara, las lolas, la cola, la cintura te quedarán mas duras, mas esculpidas pero simplemente no serán naturales, no serán la verdad y creo que por ese hecho mismo ya perderían la gracia.
Comprendía esas situaciones, las lamentaba y añoraba aquellos años dorados: sentarse en el banco de la plaza con su amado y mirar las estrellas, ponerle nombres raros, y porque no, hasta regalarle una. "Qué mas lindo que te regalen una estrella" pensaba y suspiraba; jurar amor eterno bajo la luna llena, escribir sus nombres en la corteza de un árbol envueltos en un corazón como un caramelo; pasear de la mano como dos niños inocentes en su vestido rojo con puntilla y él en su traje azul marino y esa corbata azul con cuadraditos amarillos. "!Qué epocas!, era todo tan distinto, tan puro, tan mágico" pensaba una y otra vez mientras se colocaba el camisón.
Elena tendría unos 75 años y era una mujer, a pesar de los años, bastante coqueta y preocupada por su aspecto. Trabajaba, todavía, en un comedor infantil como maestra de los chicos a los que ayudaba a hacer los deberes, les daba la leche con galletitas a la tarde, y por que no, los mimaba un poco. Era como la madre de todos esos niños, madre de los hijos que nunca habia podido tener, de lo que se arrepentía profundamente.
Solía ser una mujer independiente, con sus propias ideas, bastante pionera en sus épocas para plantearse y defender los derechos de las mujeres, su igualdad con los hombres y la no dominación de ellas por sus maridos. Estaba en contra de ese "mandato" de ama de casa, y madre eterna donde la mujer no tenía ni voz ni voto en ningun asunto, sino era como un electrodoméstico más en la casa. Tampoco estaba de acuerdo en que las mujeres no trabajaran, ella siempre lo habia hecho, y hasta habia estudiado una carrera universitaria, de la que ya estaba jubilada, aunque sería su pasión hasta el final de los días.
Cuando no estaba en el comedor ayudando, estaba en su casa leyendo la parva de libros que llenaban cada rincón de su casa, ella creía que no le alcanzaría la vida para leer todo lo que hubiera querido, para saber todo lo que le gustaría haber sabido, pero sin embargo estaba contenta con todo lo que hasta ese momento habia aprendido.
Igualmente sus ojos estaban tristes, se acercaba su cumpleaños numero 76, y estaba sola. Tanto dedicarse a su pasión por las letras, a su devoción por ayudar a los otros, a luchar por la independencia y la libertad de las mujeres, habia relegado el amor en su vida. Cuando era joven creía que era solo una pasión pasajera, que tenía toda la vida para encontrarlo de nuevo y acentarse con alguien definitivamente. Pero siempre ese día del presente era su día joven y el mañana lo viejo, y así se le fueron pasando los años, uno a uno, y pasaron muchos hombres por su vida, pero ella no se comprometío con ninguno por esa ilusión de que mañana hay tiempo para todo.
Se sentó en la cama y volvió a recordarlo, Roberto, su primer amor, eran tan jóvenes, ella tenía 19 años y estaba en la facultad estudiando Letras y él tenía 25 y también estaba en la facultad estudiando Historia. Eran tiempos violentos, tiempos de cambios bruscos, de censura, de silencio, pero ellos se amaban con todas las letras, no temían en mostrarse por las calles de la mano, besádonse apasionadamente, cuando en esa época eso era un pecado o estaba muy mal visto.
Se pasaban horas y horas hablando de como cambiar el mundo, planificaban sus vidas, cuantos hijos tendrían juntos, como se llamaría su perro, y hasta donde les gustaría vivir. Eran horas, días, en los que simplemente se miraban, se abrazaban, se poseían una y otra vez, compartían mas que el cuerpo, compartían la mente, el corazón, el alma. "Si, eso no fue amor, ya no se que es" se recriminaba Elena una y otra vez mientras se hacia una bolita en la cama fría por influencia del clima de invierno de afuera.
Asi estuvieron juntos, toda la carrera de ella, 5 años. Roberto habia conseguido un par de horas para dar clase en escuelas secundarias, y ella tambíen. Vivían en una pensión de dos por dos, donde por poco no tenían agua, pero eso no importaba, ellos estaban mas allá de lo material, soñaban con ese futuro mejor, con sus revoluciones, y el amor que se tenían podía todo.
Un día a Elena le ofrecieron una beca para hacer el doctorado en New York y se le planteó a Roberto. Era una gran oportunidad para su carrera, era lo que siempre habia querido desde el principio y ella daba por sentado que él la iba a apoyar. Sin embargo él no estaba de acuerdo en dejar toda su vida, su naciente vida académica, sus contactos, sus investigaciones, sus horas en la facultad, para ir a Estados Unidos a perder tiempo. Ella nunca pudo entender esa reacción, porque el no habrá pensado un poco mas en lo que ella quería y en lo que a ella le hacia bien, y se enojo tanto que dio un portazo y nunca mas volvió.
Renuncio a todo ese amor por ese enojo pasajero, por una falta de entendimiento, de exeso de juventud, de proyectos personales y de falta de perspectiva. Obviamente se fue a Estados Unidos, hizo su doctorado y volvió flamante con el para colgarlo en su despacho de la Facultad de Filosofía y Letras, junto con su tantos diplomas y postgrados, y cursos que habia realizado.
Pero eran eso, papeles en la pared, no interactuaban, no sentían, no la hacian sentir menos sola en este momento. "Esta bien" decia, "me dieron mucho conocimiento, y en definitiva es lo que yo quería", "pero no es lo único que yo quería" "yo lo amaba con locura y lo deje ir, o nos dejamos ir". Es cierto tambien, que Roberto no hizo muchos esfuerzos por encontrarla, se quedó en aquella noche y también se fue.
Ella lo buscó y lo buscó a su regreso, pero se enteró que se habia casado y que tenía un hijo recien nacido. Nunca se olvidará de aquella desilución, de haber estudiado tanto, teniendo esa idea que la motivaba de llegar, encontrarlo, correr a su encuentro en el aeropuerto y besarlo a más no poder para nunca más dejarlo.
Pero no fue así, y la vida paso, y cada vez el camino se hace mas angosto y quedan menos posibilidades para encontrar eso que uno siempre necesitó para ser feliz.
Con todos esos pensamientos, esas lágrimas sobre la almohada se fundió en un sueño muy profundo, esos que ni siquiera te dejan soñar.
A la mañana siguiente, el día de su cumpleaños, se despertó a las 5.30 am como de costumbre, se vistió, se arregló y salió camino al comedor para preparar el desayuno a los chicos que llegaban a las 7am, antes de ir a la escuela.
El comedor quedaba a unas 6 cuadras de su casa, pero justo antes de llegar habia una plaza, si, esa plaza, donde ella habia compartido tantas cosas, donde esa noche de Abril se habian jurado amor eterno en su vigesimo cumpleaños, donde le regalo esa estrella y ella le regaló su corazón.
No pudo contenerse, tuvo que hacer una parada en aquel banco, donde justo enfrente todavia estaban sus iniciales en ese sauce que no lloraba ninguna hoja porque el invierno se las habia quitado.
Mientras rememoraba aquellos días, alguien se sento junto a ella, le pareció bastante grosero, ya que todos los bancos de aquella plaza estaban desocupados, porque justo tenía que ocupar el suyo.
Se incomodó bastante por aquel caballero en traje azul con corbata azul con cuadritos amarillos.
Nisiquiera lo miró, solo siguió con sus pensamientos, de repente no pudo evitarlo y rompió el lágrimas. Este misterioso caballero le prestó su pañuelo y le dijo: " hace 50 años que vengo este día a este banco y te espero hasta que el sol se esfuma en el horizonte"
Ella no pudo evitar mirarlo, y si, era él. Esos ojos, esa sonrisa, esa corbata azul y amarilla tan rídicula!.
-"Pero como? que haces aca? me dijeron que vivias en San Luis con tu mujer y tu hijo, que tenes 3 nietos y una campo en Santa Fe" tartamudeo ella mientras se secaba las lágrimas y se recuperaba de la conmoción.
-Si, asi es, pero estoy divorciado hace casi 35 años y vivo en un departamento en Villa Urquiza, le sonrió el con una mirada tan tierna de contención y dulzura.
-Sabes que te extrañe todo este tiempo, no debería haberme ido así, yo te amaba.... dijo ella tan segunra.
-Si, yo también te amo, nunca pude dejar de hacerlo.
-Hoy es el día mas feliz de mi vida, lo estoy esperando hace tantos años. Tengo tantas cosas que contarte, Elena le dijo agitada y exitada por esta situación.
-Amor mio, nos queda toda la vida por delante para compartirla- y la beso apasionadamente.
Se quedaron allí sentados, hasta la noche, donde él le regalo su estrella nuevamente y su corazón entero.
Luego caminaron de la mano hasta que los perdí de vista.
Al terminar se desabrochaba la blusa y miraba aquellos pechos que en aquellas épocas habrian causado más de un supiro, aquellos deseados por tantos, motivos de piropos, pretendientes varios y ciertamente orgullo mismo de su propia portadora. Ya estaban caídos, arrugados y no tenian ese "sex appel" que los caracterizaba, el corpiño por mas "push up" que tuviera no podía mejorar esa situación. Habia pensado más de una vez en hacerse cirugia, pero luego le habia dado miedo, y más que miedo, después de todo asi era el paso de los años, para que detenerlo como una estatua o momia que camina y "parece" de menos cuando en la realidad el tiempo pasa, y pasa para todos, y por mas cirugia que te hagas, la cara, las lolas, la cola, la cintura te quedarán mas duras, mas esculpidas pero simplemente no serán naturales, no serán la verdad y creo que por ese hecho mismo ya perderían la gracia.
Comprendía esas situaciones, las lamentaba y añoraba aquellos años dorados: sentarse en el banco de la plaza con su amado y mirar las estrellas, ponerle nombres raros, y porque no, hasta regalarle una. "Qué mas lindo que te regalen una estrella" pensaba y suspiraba; jurar amor eterno bajo la luna llena, escribir sus nombres en la corteza de un árbol envueltos en un corazón como un caramelo; pasear de la mano como dos niños inocentes en su vestido rojo con puntilla y él en su traje azul marino y esa corbata azul con cuadraditos amarillos. "!Qué epocas!, era todo tan distinto, tan puro, tan mágico" pensaba una y otra vez mientras se colocaba el camisón.
Elena tendría unos 75 años y era una mujer, a pesar de los años, bastante coqueta y preocupada por su aspecto. Trabajaba, todavía, en un comedor infantil como maestra de los chicos a los que ayudaba a hacer los deberes, les daba la leche con galletitas a la tarde, y por que no, los mimaba un poco. Era como la madre de todos esos niños, madre de los hijos que nunca habia podido tener, de lo que se arrepentía profundamente.
Solía ser una mujer independiente, con sus propias ideas, bastante pionera en sus épocas para plantearse y defender los derechos de las mujeres, su igualdad con los hombres y la no dominación de ellas por sus maridos. Estaba en contra de ese "mandato" de ama de casa, y madre eterna donde la mujer no tenía ni voz ni voto en ningun asunto, sino era como un electrodoméstico más en la casa. Tampoco estaba de acuerdo en que las mujeres no trabajaran, ella siempre lo habia hecho, y hasta habia estudiado una carrera universitaria, de la que ya estaba jubilada, aunque sería su pasión hasta el final de los días.
Cuando no estaba en el comedor ayudando, estaba en su casa leyendo la parva de libros que llenaban cada rincón de su casa, ella creía que no le alcanzaría la vida para leer todo lo que hubiera querido, para saber todo lo que le gustaría haber sabido, pero sin embargo estaba contenta con todo lo que hasta ese momento habia aprendido.
Igualmente sus ojos estaban tristes, se acercaba su cumpleaños numero 76, y estaba sola. Tanto dedicarse a su pasión por las letras, a su devoción por ayudar a los otros, a luchar por la independencia y la libertad de las mujeres, habia relegado el amor en su vida. Cuando era joven creía que era solo una pasión pasajera, que tenía toda la vida para encontrarlo de nuevo y acentarse con alguien definitivamente. Pero siempre ese día del presente era su día joven y el mañana lo viejo, y así se le fueron pasando los años, uno a uno, y pasaron muchos hombres por su vida, pero ella no se comprometío con ninguno por esa ilusión de que mañana hay tiempo para todo.
Se sentó en la cama y volvió a recordarlo, Roberto, su primer amor, eran tan jóvenes, ella tenía 19 años y estaba en la facultad estudiando Letras y él tenía 25 y también estaba en la facultad estudiando Historia. Eran tiempos violentos, tiempos de cambios bruscos, de censura, de silencio, pero ellos se amaban con todas las letras, no temían en mostrarse por las calles de la mano, besádonse apasionadamente, cuando en esa época eso era un pecado o estaba muy mal visto.
Se pasaban horas y horas hablando de como cambiar el mundo, planificaban sus vidas, cuantos hijos tendrían juntos, como se llamaría su perro, y hasta donde les gustaría vivir. Eran horas, días, en los que simplemente se miraban, se abrazaban, se poseían una y otra vez, compartían mas que el cuerpo, compartían la mente, el corazón, el alma. "Si, eso no fue amor, ya no se que es" se recriminaba Elena una y otra vez mientras se hacia una bolita en la cama fría por influencia del clima de invierno de afuera.
Asi estuvieron juntos, toda la carrera de ella, 5 años. Roberto habia conseguido un par de horas para dar clase en escuelas secundarias, y ella tambíen. Vivían en una pensión de dos por dos, donde por poco no tenían agua, pero eso no importaba, ellos estaban mas allá de lo material, soñaban con ese futuro mejor, con sus revoluciones, y el amor que se tenían podía todo.
Un día a Elena le ofrecieron una beca para hacer el doctorado en New York y se le planteó a Roberto. Era una gran oportunidad para su carrera, era lo que siempre habia querido desde el principio y ella daba por sentado que él la iba a apoyar. Sin embargo él no estaba de acuerdo en dejar toda su vida, su naciente vida académica, sus contactos, sus investigaciones, sus horas en la facultad, para ir a Estados Unidos a perder tiempo. Ella nunca pudo entender esa reacción, porque el no habrá pensado un poco mas en lo que ella quería y en lo que a ella le hacia bien, y se enojo tanto que dio un portazo y nunca mas volvió.
Renuncio a todo ese amor por ese enojo pasajero, por una falta de entendimiento, de exeso de juventud, de proyectos personales y de falta de perspectiva. Obviamente se fue a Estados Unidos, hizo su doctorado y volvió flamante con el para colgarlo en su despacho de la Facultad de Filosofía y Letras, junto con su tantos diplomas y postgrados, y cursos que habia realizado.
Pero eran eso, papeles en la pared, no interactuaban, no sentían, no la hacian sentir menos sola en este momento. "Esta bien" decia, "me dieron mucho conocimiento, y en definitiva es lo que yo quería", "pero no es lo único que yo quería" "yo lo amaba con locura y lo deje ir, o nos dejamos ir". Es cierto tambien, que Roberto no hizo muchos esfuerzos por encontrarla, se quedó en aquella noche y también se fue.
Ella lo buscó y lo buscó a su regreso, pero se enteró que se habia casado y que tenía un hijo recien nacido. Nunca se olvidará de aquella desilución, de haber estudiado tanto, teniendo esa idea que la motivaba de llegar, encontrarlo, correr a su encuentro en el aeropuerto y besarlo a más no poder para nunca más dejarlo.
Pero no fue así, y la vida paso, y cada vez el camino se hace mas angosto y quedan menos posibilidades para encontrar eso que uno siempre necesitó para ser feliz.
Con todos esos pensamientos, esas lágrimas sobre la almohada se fundió en un sueño muy profundo, esos que ni siquiera te dejan soñar.
A la mañana siguiente, el día de su cumpleaños, se despertó a las 5.30 am como de costumbre, se vistió, se arregló y salió camino al comedor para preparar el desayuno a los chicos que llegaban a las 7am, antes de ir a la escuela.
El comedor quedaba a unas 6 cuadras de su casa, pero justo antes de llegar habia una plaza, si, esa plaza, donde ella habia compartido tantas cosas, donde esa noche de Abril se habian jurado amor eterno en su vigesimo cumpleaños, donde le regalo esa estrella y ella le regaló su corazón.
No pudo contenerse, tuvo que hacer una parada en aquel banco, donde justo enfrente todavia estaban sus iniciales en ese sauce que no lloraba ninguna hoja porque el invierno se las habia quitado.
Mientras rememoraba aquellos días, alguien se sento junto a ella, le pareció bastante grosero, ya que todos los bancos de aquella plaza estaban desocupados, porque justo tenía que ocupar el suyo.
Se incomodó bastante por aquel caballero en traje azul con corbata azul con cuadritos amarillos.
Nisiquiera lo miró, solo siguió con sus pensamientos, de repente no pudo evitarlo y rompió el lágrimas. Este misterioso caballero le prestó su pañuelo y le dijo: " hace 50 años que vengo este día a este banco y te espero hasta que el sol se esfuma en el horizonte"
Ella no pudo evitar mirarlo, y si, era él. Esos ojos, esa sonrisa, esa corbata azul y amarilla tan rídicula!.
-"Pero como? que haces aca? me dijeron que vivias en San Luis con tu mujer y tu hijo, que tenes 3 nietos y una campo en Santa Fe" tartamudeo ella mientras se secaba las lágrimas y se recuperaba de la conmoción.
-Si, asi es, pero estoy divorciado hace casi 35 años y vivo en un departamento en Villa Urquiza, le sonrió el con una mirada tan tierna de contención y dulzura.
-Sabes que te extrañe todo este tiempo, no debería haberme ido así, yo te amaba.... dijo ella tan segunra.
-Si, yo también te amo, nunca pude dejar de hacerlo.
-Hoy es el día mas feliz de mi vida, lo estoy esperando hace tantos años. Tengo tantas cosas que contarte, Elena le dijo agitada y exitada por esta situación.
-Amor mio, nos queda toda la vida por delante para compartirla- y la beso apasionadamente.
Se quedaron allí sentados, hasta la noche, donde él le regalo su estrella nuevamente y su corazón entero.
Luego caminaron de la mano hasta que los perdí de vista.
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