historia.de.amor.I
En aquella tarde nublada de marzo, donde un par de gotas llovian de cielos oscuros, pero sin embargo el sol se dejaba asomar formando arcoiris, ella lo vió cruzar la calle con su paraguas azul y sus zapatos mojados.
Los charcos eran bastantes, no se podía correr, el riesgo era demasiado grande, pero sin embargo en ese preciso momento en el que ella lo contemplaba, mientras guardaba su mano blanca y fría en su bolsillo, pudo observar como la billetera de cuero se le deslizaba como un tobogán por la pierna derecha y se hundia en el charco del pavimento.
- Esta es mi oportunidad- pensó.
Mientras sonreía picaramente se dio cuenta que el semáforo estaba por dar verde y si dejaba que la manada de autos pisotearan su trofeo del día, se quedaría sin un cafe en una confitería perdida, o sin al menos una sonrisa... al menos una!
Es así como se avalanzo sobre la esquina y como cuando un sapo caza a su presa con su lengua larga y pegajosa, ella en menos de medio segundo tenia la billetera en su poder, junto con un gran entusismo y alegría por su logro.
Volvió a incorporarse en sus dos pies y su cabeza complicada cuando no lo pudo divisar entre la multitud de gotas que caían, los autos que dejaban llamaradas de huellas en el asfalto y las personas que huian como pajaros asustados de aquel escenario.
Empezó a impacientarse:
-tanto esfuerzo para nada, decía displacente- se repetía entre sus dientes
Cuando de repente, allí, al final de la otra cuadra, casi ya doblando a la derecha lo vió con su paraguas azul y su sobretodo negro.
Corrío a mas no poder, por momentos pensó que volaba y llegó hasta su lado. Fue en una centécima de segundo que sintió su presencia tan cerca que casi no pudo respirar.
-¿Puede ser algo tan intenso si casi no lo conozco?, ¿cómo puede ser que tenga esta atracción magnética hacia su persona?¿qué pasa si es un loco, psicopata, degenerado, o simplemente no le caigo bien?- eran algunas de las cosas que pasaron por su cabeza llena de laberintos sin salidas. Mientras conjeturaba teorías, inventaba historias y proponía el cambio del mundo con solo un abrir y cerrar de ojos, él la vió allí parada, con los ojos situados en un punto tan exacto que daba miedo.
-¿Le habrá pasado algo?-pensó él, al verla tan desorientada, tan desprotegida en aquella esquina, quieta como una estatua, fijando la mirada.
-Me gustan sus pantalones gastados y esa remera de snoopy, le da un toque muy infantil e inocente, debe ser una persona muy dulce aunque misteriosa, tengo que preguntarle cuál es su problema, quizás pueda ayudarla -siguió pensando.
Es así como tan mojado como un sauce llorandole con sus hojas al pasto recien cortado se le acercó y le dijo:
- ¿estás bien?
Ella asintió mecánicamente, parecía que le habian comido la lengua los ratones y todas esas ganas de hablarle y compartir un café en aquella fría tarde habian desaparecido por completo.
El no se conformó con esa respuesta, solía ser bastante insistente cuando algo se le metía en la cabeza, y replicó:
- ¿segura?
Ella levantó la cabeza de aquel punto aterrador que miraba en las baldozas y le dijo:
- se te cayó la billetera cuando cruzaste la calle y yo corrí hasta aca para traertela.
El, empezó a palparse el bolsillo trasero de su pantalón de gabardina marrón y se dio cuenta que era cierto, se le habia caído y no se habia percatado en lo mas mínimo, sería que andaba con la cabeza en sus problemas del trabajo, en que nunca pudo ser lo que el quería, que su vida era demasiado monótona y nunca ocurrían cosas extraordinarias, que a veces deseaba simplemente dejar de existir y le dijo:
- ahh!! si!! muchas gracias, no te hubieras molestado, mira como te mojaste, sos muy buena.
Ella un tanto colorada por el halago, sonrió amistosamente aunque sabía que ella habia estado premeditando el asunto desde antes que se le cayera la billetera y casi con su intensa mirada habría lograda la telequinesis como para que se le deslizara por el pantalón y finalmente cayera, pero eso él no lo sabía, ignoraba sus primeras intenciones y sus poderes de miradas.
De repente se formó como una nube de silencio, en donde fue como si los autos se hubieran detenido, los sonidos por un instante hubieran cedido al vacio del silencio mortal del cementerio y solamente hubiera espacio para que se cruzaran sus miradas, furtivas, tristes, batalladoras pero vencidas y esas ganas de vivir de ambos tan ofuscadas por la vida cotidiana.
Ese momento no sé exactamente cuando duró, para ellos, fue eterno.
El, despojandose de sus prejuicios y dejando atrás la verguenza le preguntó directamente: -¿querés tomar un cafe?
al cuál ella, como esperando que esa pregunta aconteciera antes de que la tuviera que hacer ella misma respondió:
-¡si!
El le tomó la mochila y juntos caminaron no se cuantas cuadras, charlaron y charlaron, horas bajo la lluvia que no parecía molestarles.
Ella le contó de sus intentos revolucionarios, de como quiere cambiar el mundo y no puede, como eso la frustra muchisimo y a nadie le importa lo que pase fuera de su burbuja sino simplemente su propia persona, y él le contó que era contador, pero que odiaba su profesión, habia querido ser músico pero en su casa no lo habian dejado en aquella época y como eso lo habia entristecido de por vida, y llevaba esos anteojos entre los reales y las ojeras la desilución y frustración.
Ella tendría 23 años, él 34, pero sin embargo esa distancia se hacia tan corta cuando intercambiaban concepciones y se comprendía mutuamente en el medio de aquel lluvioso día. Eran como un lazo entrelazandose con el viento, que de ratos se enredaba mán y de a ratos volvía a su forma original.
De repente ella le dijo:- ¿vamos a tomar el bendito café?creo que sino mañana voy a estar muy resfriada sino.
El se rió y le dijo:
-por supuesto, mira justo en la esquina hay una confitería, vamos.
Caminaron los 20 metros que faltaban para llegar a la esquina y se sentaron en una mesa junto a la ventana, ya que esa lluvia los atraía furiosamente a desahogarse o ahogarse juntos en el mismo espacio.
El pidió un cafe y ella un submarino, y prosiguieron sus charlas sin interrupción sobre diferentes temas de la vida real.
En un momento ella ya no pudo contenerse más y tuvo que preguntarle:
- ¿sos casado?
y él casi escupiendo el cafe de la risa apoyo la tasa y le dijo:
-no! soy un alma perdida que vaga por el mundo buscando, aun a su compañera de ruta, ¿vos? ¿tenes novio?,
ella también sonrojada le respondió:
- no tampoco.
Desde aquellas preguntas claves todo se torno cada vez mas cercano, más suelto y espontáneo entre ambos, cada vez habia mas sonrisas complices, miradas penetrantes, acercamientos de dedos y quizás hasta un pequeño roce de manos. Es como que por un día habian encontrado a esa persona que los comprendía y por supuesto no querían dejarlo ir por nada del mundo.
La noche ya estaba bastante avanzada, eran casi las 12 am y él le preguntó:
-¿vivis sola?
ella asintió
-ah me imaginaba, porque ya es tarde y sino alguien ya estaría preocupado por vos.
Ella no le resondió odiaba hablar de su familia y todos sus problemas con ella, lo sola que se habia sentido todos estos años en esta gran ciudad devoradora de sueños y esperanzas.
Otra vez el silencio invadió su charla y el notó como ella se habia puesto triste con aquella pregunta y le dijo:
- ¿dije algo malo, te sentis incomoda?
- no, solo que el tema de mi familia es delicado y no tengo ganas de discutirlo en este momento, y ciertamente debería irme a mi casa ya.
El, un tanto desilucionado pidió la cuenta y le dijo:
-¿te acompaño?
ella no le contestó, pero era mas que obvio que la respuesta era positiva. Caminaron por las veredas mojadas, aunque ya no llovia, se habia levantado esa brisa fria que corre luego de un largo día de lluvia y te hace poner la piel de gallina.
Caminaron y caminaron, muchas cuadras en silencio, otras cruzando palabras, pero esa pregunta habia sido como una daga en el corazón de ella y ya no se sentía feliz de seguir con su aventura.
Llegando a la puerta del departamento, él le dijo:
-bueno ¿aquí es?, lindo edificio, en fin, espero que la hayas pasado bien, para mi fue todo muy lindo, y espero que no te moleste pero me gustaría verte de nuevo.
Ella le sonrió, le gustaba su pequeño bigote cuando hablaba, era como de juguete, parecía que se fuera a volar pero se quedaba allí pegado junto a sus labios finitos que armonizaban con sus cejas tan pobladas y gruesas. Fue asi como sin pensarlo le dio un beso.
El, soltó el maletín, el paraguas y todo y la beso apasionadamente, desde hacia varias horas que quería hacer lo mismo, la armonía entre su naríz, sus pómulos y sus ojos, era demasiado perfecta como para dejar de acariciarle las mejillas e incluso para darle un beso a esos labios rojos que aunque pequeños se esondían en esa mirada tan picara.
No se cuanto tiempo habrán estado besandose, hasta que él le dijo:
- te invito a mi casa.
Ella, un poco asustada por su personalidad impulsiva reflexiono que en 8 horas de charla no le habia preguntado el nombre y le dijo:
- ¿cómo te llamas? (sonriendo)
El, la abrazó y le dijo:
-no podes ser tan dulce, me llamo martin ¿vos?
-Yo me llamo Camilia
-Bueno Camila, mucho gusto, ¿venís?
-si, por qué no.
Martín agarró sus cosas caidas al suelo y paró un taxi que pasaba y juntos emprendieron camino hasta su casa.
-¿Donde vivís?, replico ella
-En Belgrano, no falta mucho para llegar
Cuando finalmente llegaron, el abrió la puerta del edificio y procedió a llamar el ascensor de aquel viejo edificio de 6 pisos.
Era como que portaban una ansiedad de primer día de clases o de ese día muy especial en tu vida donde todo se iba a definir con ESE preciso momento que va a acontencer, como si no te lo pudieras perder por nada del mundo, porque si fuera asi no tendría sentido tu vida posteriormente, formaría parte de tu identidad.
-¿en qué piso vivís? le preguntó Camila como para charlar de algo en el ascensor mientras se arreglaba el pelo en el espejo del mismo.
-en el quinto- respondió él contemplandola en tal gesto y deseando cada vez mas llegar para avalanzarsele y comerla a besos.
En un instante ella lo interrumpio de sus pensamientos futuros en los cuales ya estaba incluida y le dijo:
-¿tenes balcón?
-si, pero no se ven muchas cosas por el edificio de 20 pisos que esta enfrente- qué mas da si se ve o no algo? yo solo quiero ver tus ojos el resto de mi vida juntos a los mios
-como puede ser que sintiera ese cariño tan grande por alguien que acaba de conocer- seguía pensando, no lo comprendía pero por eso mismo le gustaba y le atraía aun mas. Esa cosa nueva y diferente que salía de lo cotidiano y lo había sorprendido en un día gris, normal pero que a partir de allí no sería un día mas, sino el día en que la conoció y no tuvo mas ganas de separarse de ella.
El ascensor se detuvo finalmente y caminaron hasta la puerta C, la abrió y prendió la luz de aquel tan desordenado departamento.
-¿querés algo para tomar? le pregunto ansioso.
- no, gracias, por ahora no, paso por el baño.
- si, pasa tranquila, es ahí al fondo de todo.
Mientras se cambió de ropa ya que estaba tan mojada que practicamente llovía dentro de su casa, y de paso acomodó un poco el desorden de su hogar que por momentos de lucidez empezo a precuparle y hasta a avergonzarle.
Camila salió del baño y le dijo:
-¿no tenes unos joggings y una remera vieja?, que sino me saco esta ropa me voy enfermar.
-si ¡mas bien!, ahi te traigo.
Fue a la pieza, aun mas desordenada que el living, y se puso a pensar en donde habría dejado esa ropa vieja que ya no usaba, porque la pancita de los años no se lo permitía y recordó de unos joggings viejos de la secundaria y esa remera que se trajo después del viaje a bariloche.
Se los alcanzó y le dijo:
-bueno no tengo nada mejor que eso, disculpame, pero seguro que te quedan bien... no me imagino algo que te podría llegar a quedar mal, sos muy linda.
-bueno gracias- contestó ella y procedió a sacarse la ropa, sin ninguna verguenza adelante de él, ya que le inspiraba mucha confianza.
Martin, igualmente tuvo que contenerse las ganas de besarla y empujarla al sofa para nunca mas soltarla, pero relfexiono que quizás no era el momento mas oportuno, que luego habría tiempo, todo el tiempo del mundo!!
Así empezaron a charlar de nuevo, él sentado sobre aquel sillón de cuero color ocre y ella sobre sus piernas acostada.
Camila no podía parar de hablar, Martin simplemente la miraba y le acariciaba el pelo, se lo enredaba, jugaba con su mechón y con el recorría cada centimetro de su cara.
Ella por momentos sentía que estaba como levitando, en un estado en que sus yemas sobre su frente recorriendo su nariz hasta su boca eran como un estado es extasis, indescriptible. Cerraba los ojos y simplemente dejaba la mente en blanco concentrada en la sensación que sus yemas hacian experimentar a cada nervio de su rostro.
De repente sintieron un ruido fuerte, como de un revolver.
Martin se exaltó, y le dijo:
-quedate aca que voy a ver.
Ella, obviamente no quería que fuera, y trato de retenerlo, pero él sentía que estaba pasando algo malo y tenía que ayudar.
Asi fue como nunca mas volvió, porque estaban asaltando a la vecina de al lado y el trato de detenerlo y le dispararon a quemaropas, asi como si nada, como si la vida valiera 10 pesos con 20 centavos, que fue lo que le robaron a la vecina mayor de al lado.
Camila habia encontrado a su compañero de ruta, y se lo quitaron como si nada, las victimas del sistema, nunca más pudo recuperarse de aquel amor inconcluso que podría haber sido eterno, nunca más volvió a salir a la calle, nunca mas volvió a vivir y se dejo morir.
Los charcos eran bastantes, no se podía correr, el riesgo era demasiado grande, pero sin embargo en ese preciso momento en el que ella lo contemplaba, mientras guardaba su mano blanca y fría en su bolsillo, pudo observar como la billetera de cuero se le deslizaba como un tobogán por la pierna derecha y se hundia en el charco del pavimento.
- Esta es mi oportunidad- pensó.
Mientras sonreía picaramente se dio cuenta que el semáforo estaba por dar verde y si dejaba que la manada de autos pisotearan su trofeo del día, se quedaría sin un cafe en una confitería perdida, o sin al menos una sonrisa... al menos una!
Es así como se avalanzo sobre la esquina y como cuando un sapo caza a su presa con su lengua larga y pegajosa, ella en menos de medio segundo tenia la billetera en su poder, junto con un gran entusismo y alegría por su logro.
Volvió a incorporarse en sus dos pies y su cabeza complicada cuando no lo pudo divisar entre la multitud de gotas que caían, los autos que dejaban llamaradas de huellas en el asfalto y las personas que huian como pajaros asustados de aquel escenario.
Empezó a impacientarse:
-tanto esfuerzo para nada, decía displacente- se repetía entre sus dientes
Cuando de repente, allí, al final de la otra cuadra, casi ya doblando a la derecha lo vió con su paraguas azul y su sobretodo negro.
Corrío a mas no poder, por momentos pensó que volaba y llegó hasta su lado. Fue en una centécima de segundo que sintió su presencia tan cerca que casi no pudo respirar.
-¿Puede ser algo tan intenso si casi no lo conozco?, ¿cómo puede ser que tenga esta atracción magnética hacia su persona?¿qué pasa si es un loco, psicopata, degenerado, o simplemente no le caigo bien?- eran algunas de las cosas que pasaron por su cabeza llena de laberintos sin salidas. Mientras conjeturaba teorías, inventaba historias y proponía el cambio del mundo con solo un abrir y cerrar de ojos, él la vió allí parada, con los ojos situados en un punto tan exacto que daba miedo.
-¿Le habrá pasado algo?-pensó él, al verla tan desorientada, tan desprotegida en aquella esquina, quieta como una estatua, fijando la mirada.
-Me gustan sus pantalones gastados y esa remera de snoopy, le da un toque muy infantil e inocente, debe ser una persona muy dulce aunque misteriosa, tengo que preguntarle cuál es su problema, quizás pueda ayudarla -siguió pensando.
Es así como tan mojado como un sauce llorandole con sus hojas al pasto recien cortado se le acercó y le dijo:
- ¿estás bien?
Ella asintió mecánicamente, parecía que le habian comido la lengua los ratones y todas esas ganas de hablarle y compartir un café en aquella fría tarde habian desaparecido por completo.
El no se conformó con esa respuesta, solía ser bastante insistente cuando algo se le metía en la cabeza, y replicó:
- ¿segura?
Ella levantó la cabeza de aquel punto aterrador que miraba en las baldozas y le dijo:
- se te cayó la billetera cuando cruzaste la calle y yo corrí hasta aca para traertela.
El, empezó a palparse el bolsillo trasero de su pantalón de gabardina marrón y se dio cuenta que era cierto, se le habia caído y no se habia percatado en lo mas mínimo, sería que andaba con la cabeza en sus problemas del trabajo, en que nunca pudo ser lo que el quería, que su vida era demasiado monótona y nunca ocurrían cosas extraordinarias, que a veces deseaba simplemente dejar de existir y le dijo:
- ahh!! si!! muchas gracias, no te hubieras molestado, mira como te mojaste, sos muy buena.
Ella un tanto colorada por el halago, sonrió amistosamente aunque sabía que ella habia estado premeditando el asunto desde antes que se le cayera la billetera y casi con su intensa mirada habría lograda la telequinesis como para que se le deslizara por el pantalón y finalmente cayera, pero eso él no lo sabía, ignoraba sus primeras intenciones y sus poderes de miradas.
De repente se formó como una nube de silencio, en donde fue como si los autos se hubieran detenido, los sonidos por un instante hubieran cedido al vacio del silencio mortal del cementerio y solamente hubiera espacio para que se cruzaran sus miradas, furtivas, tristes, batalladoras pero vencidas y esas ganas de vivir de ambos tan ofuscadas por la vida cotidiana.
Ese momento no sé exactamente cuando duró, para ellos, fue eterno.
El, despojandose de sus prejuicios y dejando atrás la verguenza le preguntó directamente: -¿querés tomar un cafe?
al cuál ella, como esperando que esa pregunta aconteciera antes de que la tuviera que hacer ella misma respondió:
-¡si!
El le tomó la mochila y juntos caminaron no se cuantas cuadras, charlaron y charlaron, horas bajo la lluvia que no parecía molestarles.
Ella le contó de sus intentos revolucionarios, de como quiere cambiar el mundo y no puede, como eso la frustra muchisimo y a nadie le importa lo que pase fuera de su burbuja sino simplemente su propia persona, y él le contó que era contador, pero que odiaba su profesión, habia querido ser músico pero en su casa no lo habian dejado en aquella época y como eso lo habia entristecido de por vida, y llevaba esos anteojos entre los reales y las ojeras la desilución y frustración.
Ella tendría 23 años, él 34, pero sin embargo esa distancia se hacia tan corta cuando intercambiaban concepciones y se comprendía mutuamente en el medio de aquel lluvioso día. Eran como un lazo entrelazandose con el viento, que de ratos se enredaba mán y de a ratos volvía a su forma original.
De repente ella le dijo:- ¿vamos a tomar el bendito café?creo que sino mañana voy a estar muy resfriada sino.
El se rió y le dijo:
-por supuesto, mira justo en la esquina hay una confitería, vamos.
Caminaron los 20 metros que faltaban para llegar a la esquina y se sentaron en una mesa junto a la ventana, ya que esa lluvia los atraía furiosamente a desahogarse o ahogarse juntos en el mismo espacio.
El pidió un cafe y ella un submarino, y prosiguieron sus charlas sin interrupción sobre diferentes temas de la vida real.
En un momento ella ya no pudo contenerse más y tuvo que preguntarle:
- ¿sos casado?
y él casi escupiendo el cafe de la risa apoyo la tasa y le dijo:
-no! soy un alma perdida que vaga por el mundo buscando, aun a su compañera de ruta, ¿vos? ¿tenes novio?,
ella también sonrojada le respondió:
- no tampoco.
Desde aquellas preguntas claves todo se torno cada vez mas cercano, más suelto y espontáneo entre ambos, cada vez habia mas sonrisas complices, miradas penetrantes, acercamientos de dedos y quizás hasta un pequeño roce de manos. Es como que por un día habian encontrado a esa persona que los comprendía y por supuesto no querían dejarlo ir por nada del mundo.
La noche ya estaba bastante avanzada, eran casi las 12 am y él le preguntó:
-¿vivis sola?
ella asintió
-ah me imaginaba, porque ya es tarde y sino alguien ya estaría preocupado por vos.
Ella no le resondió odiaba hablar de su familia y todos sus problemas con ella, lo sola que se habia sentido todos estos años en esta gran ciudad devoradora de sueños y esperanzas.
Otra vez el silencio invadió su charla y el notó como ella se habia puesto triste con aquella pregunta y le dijo:
- ¿dije algo malo, te sentis incomoda?
- no, solo que el tema de mi familia es delicado y no tengo ganas de discutirlo en este momento, y ciertamente debería irme a mi casa ya.
El, un tanto desilucionado pidió la cuenta y le dijo:
-¿te acompaño?
ella no le contestó, pero era mas que obvio que la respuesta era positiva. Caminaron por las veredas mojadas, aunque ya no llovia, se habia levantado esa brisa fria que corre luego de un largo día de lluvia y te hace poner la piel de gallina.
Caminaron y caminaron, muchas cuadras en silencio, otras cruzando palabras, pero esa pregunta habia sido como una daga en el corazón de ella y ya no se sentía feliz de seguir con su aventura.
Llegando a la puerta del departamento, él le dijo:
-bueno ¿aquí es?, lindo edificio, en fin, espero que la hayas pasado bien, para mi fue todo muy lindo, y espero que no te moleste pero me gustaría verte de nuevo.
Ella le sonrió, le gustaba su pequeño bigote cuando hablaba, era como de juguete, parecía que se fuera a volar pero se quedaba allí pegado junto a sus labios finitos que armonizaban con sus cejas tan pobladas y gruesas. Fue asi como sin pensarlo le dio un beso.
El, soltó el maletín, el paraguas y todo y la beso apasionadamente, desde hacia varias horas que quería hacer lo mismo, la armonía entre su naríz, sus pómulos y sus ojos, era demasiado perfecta como para dejar de acariciarle las mejillas e incluso para darle un beso a esos labios rojos que aunque pequeños se esondían en esa mirada tan picara.
No se cuanto tiempo habrán estado besandose, hasta que él le dijo:
- te invito a mi casa.
Ella, un poco asustada por su personalidad impulsiva reflexiono que en 8 horas de charla no le habia preguntado el nombre y le dijo:
- ¿cómo te llamas? (sonriendo)
El, la abrazó y le dijo:
-no podes ser tan dulce, me llamo martin ¿vos?
-Yo me llamo Camilia
-Bueno Camila, mucho gusto, ¿venís?
-si, por qué no.
Martín agarró sus cosas caidas al suelo y paró un taxi que pasaba y juntos emprendieron camino hasta su casa.
-¿Donde vivís?, replico ella
-En Belgrano, no falta mucho para llegar
Cuando finalmente llegaron, el abrió la puerta del edificio y procedió a llamar el ascensor de aquel viejo edificio de 6 pisos.
Era como que portaban una ansiedad de primer día de clases o de ese día muy especial en tu vida donde todo se iba a definir con ESE preciso momento que va a acontencer, como si no te lo pudieras perder por nada del mundo, porque si fuera asi no tendría sentido tu vida posteriormente, formaría parte de tu identidad.
-¿en qué piso vivís? le preguntó Camila como para charlar de algo en el ascensor mientras se arreglaba el pelo en el espejo del mismo.
-en el quinto- respondió él contemplandola en tal gesto y deseando cada vez mas llegar para avalanzarsele y comerla a besos.
En un instante ella lo interrumpio de sus pensamientos futuros en los cuales ya estaba incluida y le dijo:
-¿tenes balcón?
-si, pero no se ven muchas cosas por el edificio de 20 pisos que esta enfrente- qué mas da si se ve o no algo? yo solo quiero ver tus ojos el resto de mi vida juntos a los mios
-como puede ser que sintiera ese cariño tan grande por alguien que acaba de conocer- seguía pensando, no lo comprendía pero por eso mismo le gustaba y le atraía aun mas. Esa cosa nueva y diferente que salía de lo cotidiano y lo había sorprendido en un día gris, normal pero que a partir de allí no sería un día mas, sino el día en que la conoció y no tuvo mas ganas de separarse de ella.
El ascensor se detuvo finalmente y caminaron hasta la puerta C, la abrió y prendió la luz de aquel tan desordenado departamento.
-¿querés algo para tomar? le pregunto ansioso.
- no, gracias, por ahora no, paso por el baño.
- si, pasa tranquila, es ahí al fondo de todo.
Mientras se cambió de ropa ya que estaba tan mojada que practicamente llovía dentro de su casa, y de paso acomodó un poco el desorden de su hogar que por momentos de lucidez empezo a precuparle y hasta a avergonzarle.
Camila salió del baño y le dijo:
-¿no tenes unos joggings y una remera vieja?, que sino me saco esta ropa me voy enfermar.
-si ¡mas bien!, ahi te traigo.
Fue a la pieza, aun mas desordenada que el living, y se puso a pensar en donde habría dejado esa ropa vieja que ya no usaba, porque la pancita de los años no se lo permitía y recordó de unos joggings viejos de la secundaria y esa remera que se trajo después del viaje a bariloche.
Se los alcanzó y le dijo:
-bueno no tengo nada mejor que eso, disculpame, pero seguro que te quedan bien... no me imagino algo que te podría llegar a quedar mal, sos muy linda.
-bueno gracias- contestó ella y procedió a sacarse la ropa, sin ninguna verguenza adelante de él, ya que le inspiraba mucha confianza.
Martin, igualmente tuvo que contenerse las ganas de besarla y empujarla al sofa para nunca mas soltarla, pero relfexiono que quizás no era el momento mas oportuno, que luego habría tiempo, todo el tiempo del mundo!!
Así empezaron a charlar de nuevo, él sentado sobre aquel sillón de cuero color ocre y ella sobre sus piernas acostada.
Camila no podía parar de hablar, Martin simplemente la miraba y le acariciaba el pelo, se lo enredaba, jugaba con su mechón y con el recorría cada centimetro de su cara.
Ella por momentos sentía que estaba como levitando, en un estado en que sus yemas sobre su frente recorriendo su nariz hasta su boca eran como un estado es extasis, indescriptible. Cerraba los ojos y simplemente dejaba la mente en blanco concentrada en la sensación que sus yemas hacian experimentar a cada nervio de su rostro.
De repente sintieron un ruido fuerte, como de un revolver.
Martin se exaltó, y le dijo:
-quedate aca que voy a ver.
Ella, obviamente no quería que fuera, y trato de retenerlo, pero él sentía que estaba pasando algo malo y tenía que ayudar.
Asi fue como nunca mas volvió, porque estaban asaltando a la vecina de al lado y el trato de detenerlo y le dispararon a quemaropas, asi como si nada, como si la vida valiera 10 pesos con 20 centavos, que fue lo que le robaron a la vecina mayor de al lado.
Camila habia encontrado a su compañero de ruta, y se lo quitaron como si nada, las victimas del sistema, nunca más pudo recuperarse de aquel amor inconcluso que podría haber sido eterno, nunca más volvió a salir a la calle, nunca mas volvió a vivir y se dejo morir.


buscando
leyendo
compartidos
Estadísticas
Contacto
Licencia
acerca de
Agregame 







0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Volver a mi.rayuela