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personajes de viaje
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peregrinos
ir dejando las imágenes de las cosas, deseadas, requeridas, "necesitadas" que nos enceguecen y no nos dejan saber realmente que somos.
somo las cosas que tenemos? somos las cosas que deseamos tener en el futuro? somos lo que alguna vez tuvimos? somos todo eso junto? o somos otra cosa?
otra cosa como que?...
lo que va quedando, después de horas de caminar, casi descalzo por un manto de estrellas que son la única verdadera compañía. cada uno con sus penas, sus mochilas vaciandose de lo irrelevante, llenandose de lo que verdaderamente importa, lo de más dentro, la conexión con las verdaderas necesidades. tan pocas, tan simples.
dos manos marcadas por una vida dura, me tocan la espalda, doy vuelta la mirada, y veo unos ojos llenos, como si ya nada más faltara, como si todo estuviera dicho.
las palabras sobran, nos entendemos sabiendo que juntos caminamos y nos dejamos ir, paso a paso, respiro a respiro, nos conectamos con las montañas, el viento, el cielo en una común unión de almas que por momentos realizan un milagro.
El milagro de la solidaridad, la honestidad, la simpleza, la paz.
paz con uno mismo, decenas de kilómetros desparramados de "innecesariedades" y otras decenas llenas de miles de almas que se unen en un solo canto, en una sola oración, en una esperanza, la de que un mundo mejor todavía es posible.
esta ahi mismo, en las centenas de miradas deseandolo, haciendolo posible con cada paso, con cada cadena desatada.
dicen que las revoluciones comienzan asi, con un solo paso, un paso hacia el otro, desde el otro y con el otro, juntos.
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matemos al lenguaje
existir en el silencio de las posibilidades a-linguisticas es tan aterrador como entusiasmante, los pies en la cabeza, la cabeza en la boca, las palabras muertas resurgen para ya no decirte mas nada en este lenguaje llano, prefabricado y moldeado. te digo todo esa otra comunicación posible de miradas, gestos, tactos, gustos.
Matemos el lenguaje, volvamos hacia lo primordial, lo uno, lo mismo, lo que no tiene nombre. todo.
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no más
El silencio y yo nos conocemos, bien de adentro, entre los mares de nada y las tormentas de vacio él y yo siempre nos entendemos.
Nunca nos fallamos porque omitimos ver lo que nos pasa, esa perversa aversión hacia lo que nunca tiene explicación: hacia nosotros mismos.
Amigo, enemigo, conocedor de los sonidos mas hermosos: los todavía no creados, los inimaginables.
Hoy nos demos una tregua y pronunciemos palabra: NO MAS
Etiquetas: prosa poética
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500 days of summer y el amor
Dos frases me impactaron mucho, porque a quién no le dijeron algo asi alguna vez, quizás habrá sido con otras palabras, pero a todos nos han roto el corazón.
Summer: I woke up one morning and I just knew.
Tom: Knew what?
Summer: What I was never sure of with you.
Summer: “You weren’t wrong, Tom. You were just wrong about me.”
El amor es imperfectamente real, de carne y hueso, como las personas que lo sienten.
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SYNECDOCHE, NEW YORK
Minister: ”Everything is more complicated than you think. You only see a tenth of what is true. There are a million little strings attached to every choice you make; you can destroy your life every time you choose. But maybe you won't know for twenty years. And you'll never ever trace it to its source. And you only get one chance to play it out. And they say there is no fate, but there is: it's what you create. Even though the world goes on for eons and eons, you are here for a fraction of a fraction of a second.
Most of your time is spent being dead or not yet born. But while alive, you wait in vain, wasting years, for a phone call or a letter or a look from someone or something to make it all right. And it never comes or it seems to but doesn't really. And so you spend your time in vague regret or vaguer hope for something good to come along.
Something to make you feel connected, to make you feel whole, to make you feel loved.And the truth is I'm so angry and the truth is I'm so fucking sad, and the truth is I've been so fucking hurt for so fucking long and for just as long have been pretending I'm ok, just to get along, just for, I don't know why, maybe because no one wants to hear about my misery, because they have their own, and their own is too overwhelming to allow them to listen to or care about mine.
Well, fuck everybody.
Amen.”
Bartleby y compañía
En realidad la enfermedad, el síndrome de Bartleby, viene de lejos. Hoy es ya un mal endémico de las literaturas contemporáneas esta pulsíon negativa o atracción por la nada que hace que ciertos autores literarios no lleguen, en apariencia, a serlo nunca.
¿Y hay más moticos para pensar que es mejor escribir? Sí, uno de ellos es muy sencillo: porque todavía se puede escribir con alto sentido del riesgo y de la belleza con estilo clásico. Porque el pasado siempre resurge con una vuelta de tuerca. Todo permanece pero cambia, pues lo de siempre se repite mortal en lo nuevo, que pasa rapidísimo.
La literatura, por mucho que nos apasione negarla, permite rescatar del olvido todo eso sobre lo que la mirada contemporanea, cada día más inmortal, pretende deslizarse con la más absoluta indiferencia.
On Beauty
Levi Belsey: “It was a matter of an impossible translation—his mother wanted to know about a girl, but it wasn't about a girl or, rather, it wasn’t about just the girl. Jerome had fallen in love with a family. . . .How could he explain how pleasurable it had truly been to give himself up to the Kippses? It was a kind of blissful un-selfing; a summer of un-Belsey; he had allowed the Kippses’ world and their ways to take him over entirely.”
Kiki Belsey: “She had only this brief glimpse of him, but Kiki suspected already that this would be one of those familiar exchanges in which her enormous spellbinding bosom would play a subtle (or not so subtle, depending on the person) silent third role in the conversation. Women bent away from it out of politeness; men – more comfortably for Kiki – sometimes remarked on it in order to get on and over it, as it were. The size was sexual and at the same time more than sexual: sex was only one small element of its symbolic range. Is she were white, maybe it would refer only to sex, but she was not. And so her chest gave off a mass of signals beyond her direct control: sassy, sisterly, predatory, motherly, threatening, comforting – it was a mirror-world she had stepped into in her mid forties, a strange fabulation of the person she believed she was. She could no longer be meek or shy. Her body had directed her to a new personality; people expected new things of her, some of them good, some not.” “It is an unusual law of such parties that the person whose position on the guest list was originally the least secure is always the first to arrive.”
Howard Belsey: “It’s true that men – they respond to beauty. . .it doesn’t end for them, this. . .this concern with beauty as a physical actuality in the world – and that’s clearly imprisoning and it infantilizes. . . but it’s true and. . .I don’t know how else to explain what – ” “She called a rose a rose. He called it an accumulation of cultural and biological constructions circulating around the mutually attracting binary poles of nature/artifice.” “As Dr. Byford explained, she was really the victim of a vicious, peculiarly female psychological disorder: she felt one thing and did another. She was a stranger to herself.”
Victoria Kipps: “But your class – your class is a cult classic. I love your class. Your class is all about never ever saying I like the tomato.”
Al Espejo
¿Por qué persistes, incesante espejo?/ ¿Por qué duplicas, misterioso hermano,/ el movimiento de mi mano?/ ¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?// Eres el otro yo de que habla el griego/ y acechas desde siempre. En la tersura/ del agua incierta o del cristal que dura/ me buscas y es inútil estar ciego.// El hecho de no verte y de saberte/ te agrega horror, cosa de magia que osas/ multiplicar la cifra de las cosas// que somos y que abarcan nuestra suerte./ Cuando esté muerto, copiarás a otro/ y luego a otro, a otro, a otro, a otro…//
El Hacedor
Somos el río que invocaste, Heráclito./ Somos el tiempo. Su intangible curso/ acarrea leones y montañas,/ llorado amor, ceniza del deleite,/ insidiosa esperanza interminable,/ vastos nombres de imperios que son polvo,/ hexámetros del griego y del romano,/ lóbrego un mar bajo el poder del alba,/ el sueño, ese pregusto de la muerte,/ las armas y el guerrero, monumentos,/ las dos caras de Jano que se ignoran,/ los laberintos de marfil que urden/ las piezas de ajedrez en el tablero,/ la roja mano de Macbeth que puede/ ensangrentar los mares, la secreta/ labor de los relojes en la sombra,/ un incesante espejo que se mira/ en otro espejo y nadie para verlos,/ láminas en acero, letra gótica,/ una barra de azufre en un armario,/ pesadas campanadas del insomnio,/ auroras, ponientes y crepúsculos,/ ecos, resaca, arena, liquen, sueños.// Otra cosa no soy que esas imágenes/ que baraja el azar y nombra el tedio./ Con ellas, aunque ciego y quebrantado,/ he de labrar el verso incorruptible/ y (es mi deber) salvarme.//
Límites
De estas calles que ahondan el poniente,/ una habrá (no sé cuál) que he recorrido/ ya por última vez, indiferente/ y sin adivinarlo, sometido// a Quién prefija omnipotentes normas/ y una secreta y rígida medida/ a las sombras, los sueños y las formas/ que destejen y tejen esta vida.// Si para todo hay término y hay tasa/ y última vez y nunca más y olvido/ ¿quién nos dirá de quién, en esta casa,/ sin saberlo nos hemos despedido?// Tras el cristal ya gris la noche cesa/ y del alto de libros que una trunca/ sombra dilata por la vaga mesa,/ alguno habrá que no leeremos nunca.// Hay en el Sur más de un portón gastado/ con sus jarrones de mampostería/ y tunas, que a mi paso está vedado/ como si fuera una litografía.// Para siempre cerraste alguna puerta/ y hay un espejo que te aguarda en vano;/ la encrucijada te parece abierta/ y la vigila, cuadrifronte, Jano.// Hay, entre todas tus memorias, una/ que se ha perdido irreparablemente;/ no te verán bajar a aquella fuente/ ni el blanco sol ni la amarilla luna.// No volverá tu voz a lo que el persa/ dijo en su lengua de aves y de rosas,/ cuando el ocaso, ante la luz dispersa,/ quieras decir inolvidables cosas.// ¿Y el incesante Ródano y el lago,/ todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?/ Tan perdido estará como Cartago/ que con fuego y con sal borró el latino.// Creo en el alba oír un atareado/ rumor de multitudes que se alejan;/ son los que me han querido y olvidado;/ espacio y tiempo y Borges ya me dejan.//
A Perfect Day for Bananafish
HERE WERE ninety-seven New York advertising men in the hotel, and, the way they were monopolizing the long-distance lines, the girl in 507 had to wait from noon till almost two-thirty to get her call through. She used the time, though. She read an article in a women's pocket-size magazine, called "Sex Is Fun-or Hell." She washed her comb and brush. She took the spot out of the skirt of her beige suit. She moved the button on her Saks blouse. She tweezed out two freshly surfaced hairs in her mole. When the operator finally rang her room, she was sitting on the window seat and had almost finished putting lacquer on the nails of her left hand. She was a girl who for a ringing phone dropped exactly nothing. She looked as if her phone had been ringing continually ever since she had reached puberty. With her little lacquer brush, while the phone was ringing, she went over the nail of her little finger, accentuating the line of the moon. She then replaced the cap on the bottle of lacquer and, standing up, passed her left--the wet--hand back and forth through the air. With her dry hand, she picked up a congested ashtray from the window seat and carried it with her over to the night table, on which the phone stood. She sat down on one of the made-up twin beds and--it was the fifth or sixth ring--picked up the phone. "Hello," she said, keeping the fingers of her left hand outstretched and away from her white silk dressing gown, which was all that she was wearing, except mules--her rings were in the bathroom. "I have your call to New York now, Mrs. Glass," the operator said. "Thank you," said the girl, and made room on the night table for the ashtray. A woman's voice came through. "Muriel? Is that you?" The girl turned the receiver slightly away from her ear. "Yes, Mother. How are you?" she said. "I've been worried to death about you. Why haven't you phoned? Are you all right?" "I tried to get you last night and the night before. The phone here's been--" "Are you all right, Muriel?" The girl increased the angle between the receiver and her ear. "I'm fine. I'm hot. This is the hottest day they've had in Florida in--" "Why haven't you called me? I've been worried to--" "Mother, darling, don't yell at me. I can hear you beautifully," said the girl. "I called you twice last night. Once just after--" "I told your father you'd probably call last night. But, no, he had to-Are you all right, Muriel? Tell me the truth." "I'm fine. Stop asking me that, please." "When did you get there?" "I don't know. Wednesday morning, early." "Who drove?" "He did," said the girl. "And don't get excited. He drove very nicely. I was amazed." "He drove? Muriel, you gave me your word of--" "Mother," the girl interrupted, "I just told you. He drove very nicely. Under fifty the whole way, as a matter of fact." "Did he try any of that funny business with the trees?" "I said he drove very nicely, Mother. Now, please. I asked him to stay close to the white line, and all, and he knew what I meant, and he did. He was even trying not to look at the trees-you could tell. Did Daddy get the car fixed, incidentally?" "Not yet. They want four hundred dollars, just to--" "Mother, Seymour told Daddy that he'd pay for it. There's no reason for--" "Well, we'll see. How did he behave--in the car and all?" "All right," said the girl. "Did he keep calling you that awful--" "No. He has something new now." "What?" "Oh, what's the difference, Mother?" "Muriel, I want to know. Your father--" "All right, all right. He calls me Miss Spiritual Tramp of 1948," the girl said, and giggled. "It isn't funny, Muriel. It isn't funny at all. It's horrible. It's sad, actually. When I think how--" "Mother," the girl interrupted, "listen to me. You remember that book he sent me from Germany? You know--those German poems. What'd I do with it? I've been racking my--" "You have it." "Are you sure?" said the girl. "Certainly. That is, I have it. It's in Freddy's room. You left it here and I didn't have room for it in the--Why? Does he want it?" "No. Only, he asked me about it, when we were driving down. He wanted to know if I'd read it." "It was in German!" "Yes, dear. That doesn't make any difference," said the girl, crossing her legs. "He said that the poems happen to be written by the only great poet of the century. He said I should've bought a translation or something. Or learned the language, if you please." "Awful. Awful. It's sad, actually, is what it is. Your father said last night--" "Just a second, Mother," the girl said. She went over to the window seat for her cigarettes, lit one, and returned to her seat on the bed. "Mother?" she said, exhaling smoke. "Muriel. Now, listen to me." "I'm listening." "Your father talked to Dr. Sivetski." "Oh?" said the girl. "He told him everything. At least, he said he did--you know your father. The trees. That business with the window. Those horrible things he said to Granny about her plans for passing away. What he did with all those lovely pictures from Bermuda--everything." "Well?" said the girl. "Well. In the first place, he said it was a perfect crime the Army released him from the hospital--my word of honor. He very definitely told your father there's a chance--a very great chance, he said--that Seymour may completely lose control of himself. My word of honor." "There's a psychiatrist here at the hotel," said the girl. "Who? What's his name?" "I don't know. Rieser or something. He's supposed to be very good." "Never heard of him." "Well, he's supposed to be very good, anyway." "Muriel, don't be fresh, please. We're very worried about you. Your father wanted to wire you last night to come home, as a matter of f--" "I'm not coming home right now, Mother. So relax." "Muriel. My word of honor. Dr. Sivetski said Seymour may completely lose contr--" "I just got here, Mother. This is the first vacation I've had in years, and I'm not going to just pack everything and come home," said the girl. "I couldn't travel now anyway. I'm so sunburned I can hardly move." "You're badly sunburned? Didn't you use that jar of Bronze I put in your bag? I put it right--" "I used it. I'm burned anyway." "That's terrible. Where are you burned?" "All over, dear, all over." "That's terrible." "I'll live." "Tell me, did you talk to this psychiatrist?" "Well, sort of," said the girl. "What'd he say? Where was Seymour when you talked to him?" "In the Ocean Room, playing the piano. He's played the piano both nights we've been here." "Well, what'd he say?" "Oh, nothing much. He spoke to me first. I was sitting next to him at Bingo last night, and he asked me if that wasn't my husband playing the piano in the other room. I said yes, it was, and he asked me if Seymour's been sick or something. So I said--" "Why'd he ask that?" "I don't know, Mother. I guess because he's so pale and all," said the girl. "Anyway, after Bingo he and his wife asked me if I wouldn't like to join them for a drink. So I did. His wife was horrible. You remember that awful dinner dress we saw in Bonwit's window? The one you said you'd have to have a tiny, tiny--" "The green?" "She had it on. And all hips. She kept asking me if Seymour's related to that Suzanne Glass that has that place on Madison Avenue--the millinery." "What'd he say, though? The doctor." "Oh. Well, nothing much, really. I mean we were in the bar and all. It was terribly noisy." "Yes, but did--did you tell him what he tried to do with Granny's chair?" "No, Mother. I didn't go into details very much," said the girl. "I'll probably get a chance to talk to him again. He's in the bar all day long." "Did he say he thought there was a chance he might get--you know--funny or anything? Do something to you!" "Not exactly," said the girl. "He had to have more facts, Mother. They have to know about your childhood--all that stuff. I told you, we could hardly talk, it was so noisy in there." "Well. How's your blue coat?" "All right. I had some of the padding taken out." "How are the clothes this year?" "Terrible. But out of this world. You see sequins--everything," said the girl. "How's your room?" "All right. Just all right, though. We couldn't get the room we had before the war," said the girl. "The people are awful this year. You should see what sits next to us in the dining room. At the next table. They look as if they drove down in a truck." "Well, it's that way all over. How's your ballerina?" "It's too long. I told you it was too long." "Muriel, I'm only going to ask you once more--are you really all right?" "Yes, Mother," said the girl. "For the ninetieth time." "And you don't want to come home?" "No, Mother." "Your father said last night that he'd be more than willing to pay for it if you'd go away someplace by yourself and think things over. You could take a lovely cruise. We both thought--" "No, thanks," said the girl, and uncrossed her legs. "Mother, this call is costing a for--" "When I think of how you waited for that boy all through the war-I mean when you think of all those crazy little wives who--" "Mother," said the girl, "we'd better hang up. Seymour may come in any minute." "Where is he?" "On the beach." "On the beach? By himself? Does he behave himself on the beach?" "Mother," said the girl, "you talk about him as though he were a raving maniac--" "I said nothing of the kind, Muriel." "Well, you sound that way. I mean all he does is lie there. He won't take his bathrobe off." "He won't take his bathrobe off? Why not?" "I don't know. I guess because he's so pale." "My goodness, he needs the sun. Can't you make him? "You know Seymour," said the girl, and crossed her legs again. "He says he doesn't want a lot of fools looking at his tattoo." "He doesn't have any tattoo! Did he get one in the Army?" "No, Mother. No, dear," said the girl, and stood up. "Listen, I'll call you tomorrow, maybe." "Muriel. Now, listen to me." "Yes, Mother," said the girl, putting her weight on her right leg. "Call me the instant he does, or says, anything at all funny--you know what I mean. Do you hear me?" "Mother, I'm not afraid of Seymour." "Muriel, I want you to promise me." "All right, I promise. Goodbye, Mother," said the girl. "My love to Daddy." She hung up.(...) seguir leyendolo aqui
--Cuento en español--(recomiendo en Inglés)
La Despensa del Diablo
En nuestro pueblo a orillas del estuario, donde escupir esta tan común como pescar, celebrábamos los cumpleaños de los niños con una linda costumbre. No soplábamos las velitas de la torta. En cambio, una vez que terminabamos de comer en las mesas sostenidas por caballetes, bajo los frondosos tarbonios, escupíamos el año pasado, con sus desiluciones y fracasos, con las mentiras que contamos, con las peleas y crueldades. Expulsábamos todos nuestros vicios, errores y fechorías para poder empezar el nuevo año entrante.Sólo necesitabamos un racimo de uvas. Rodeados de los vecinos y la familia, de tus compañeros de clase y de los amigos de tus padres, tenías que comer una uva por cada año de tu vida. Debías rasgar y comer la pulpa reteniendo las semillas. no era fácil.si tragabas una, tragabas la maldad del año pasado. Guardábas las semillas en un rincón de la boca o la amontonabas entre los dientes o en el labio superior. Un niño de dos años-y por ende relativamente libre de pecados- solo tendría que guardar, digamos, siete semillas dentro de su tierna boquita. Un muchacho de quince- un bribón, que abusa sexualmente de sí mismo, además de dormir todo el día, como se imaginarán - debería zamparse, digamos treinta semillas o más. Naturalmente habia muchas risas y algunas cosquillas que complicaban más aún la tarea.
Para cuando el homenajeado comía la última uva, los invitados de la fiesta habían formado un círculo y gritaban tomados de la mano alrededor de él. Todos empezaban una cuenta regresiva en voz alta: diez, nueve, ocho... Y al grito de "¡ya!" tenías que escupir las semillas de golpe. Rociabas todo el círculo danzante con tus pecados silíceos, salivosos. Ser alcanzado por las semillas era una bendición, un honor. El nuestro, como ya he dicho, era un pueblo acostumbrado a escupir y a dejar todos sus errores y ofensas en el pasado.
A decir verdad, hoy cumplo veintisiete años. No tengo el coraje de llamar a casa. Esta noche saldré a celebrar con amigos. Pero esta tarde, en mis horas libres, recorrí la feria callejera que hay debajo de mi pequeño departamento porque quería darme algunos gustos. Un libro, el último CD de Bosse y un racimo de uvas de la región. Uvas negras. En esta época de supermercados son las únicas que tienen semillas.
Como todo hombre que siente culpa por haber abandonado el hogar y la familia, soy un sentimental. Puse el CD en el estéreo y seleccioné una canción romántica. Aplasté mis veintisiete uvas con los dientes, lleno de añoranza, y acumulé la sesenta semilla contra el blando interior de mi boca. No disponía de testigos danzantes, naturalmente. Yo mismo conté diez hasta uno, silenciosamente, casi sin atreverme a mover los labios. Luego parado frente a la ventana abierta, eché hacia atrás la cabeza y escupí mis desiluciones hacia la calle. antes que pudiera asomarme, oí el repiquteo de mis veintisiete años sobre los parabrisas y los techos de los autos que pasaban. en ese mismo instante alcancé a ver una sombreda extensión de agua en las afueras de la ciudad, un grupo de árboles, mesas abandonadas, y mis amigos ya casi olvidados que giraban sonrientes, sonrientes, formando una ronda en cuyo centro no había nadie que expulsara sobre ellos, la absolución de los años vivídos.
Jim Crace
La Sueñera
Estoy bien despierta por ahora, acostada en el borde de un sueño hondo. El fondo no se ve. El agua es viscosa y corrupta. A veces, salen monstruos. Sin embarho, no me asusto. En la vigilia estoy seca y segura: un pañazo bien dado y zácate, monstruo al agua. Lástima que con tanto ajetreo no voy a poder dormirme nunca.No se preocupe, me dicen. Cuando se despierte no se va a acordar de nada. Cuando me despierto, en efecto, no me acuerdo de nada. Recuento mis órganos nternos, compruebo mis sentidos y todo parece estar en orden. sin embargo. sé que me falta algo. Eso me pasa por dormir demasiado pienso: uno se despierta con dolor de cabeza )la circatriz es invisible. Para ser tan chiquititos, tienen muy buenos cirujanos)
Si un inglés que conozco pero no reconozco azuza sus abedules contra mí y enarbolando un gimnoto palpitante intenta amonestarme, no me amilano. En pocas palabras lo mando al infierno en su lengua de origen. Una persona culta como yo es capaz de soñar en tres idiomas.
No reconozco el paisaje. La gente es amable pero distraída. En la ciudad oscura me encuentro perdida. La guía Peuser no me ayuda de nada. Más vale que se despierte. me dice una voz malhumorada- Este sueño no es el siyp- En vez de despertarme me duermo más profundo. ¡Qué soñante yan poco hospitalario!
Los objetos no siempre resultan amenazadoras. A veces, incluso son amables. Los fomingos a la mañana, sin ir más lejos, la mesita de luz me atrae el desayuno a la cama.
El sector de mis sueños está bien protegido. Doble cerca de alambres de púa, dragones con cola de perro, centinelas armados. sin mi permido no dejan entrar a nadie. A mí, en cambio, me meten a la fuerza.
Despiertese, que es tarde, me grita desde la puerta un hombre extraño. Despiértese usted, que buena falta le hace, le contesto yo. Pero el muy obstinado me sigue soñando.
Habéis desobedecido mi orden, dijo el Señor a Adán y Eva. Y sin darles otra oportunidad, los despertó de golpe.
Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envia en su persecución los perros del deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre unas montañas. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pié de la montaña se detienen jadeando.El hombre sabe, en su sueño. que jamás en su sueño podrá alcanzarla. cuando se despierta, la mujer está al lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.
He tenido pesadillas e latex. He sufrido pesadillas de plumas. Sé que ninguna almohada garantiza la calidad de los sueños.
No se culpe al paisaje: que los túneles son frecuentes, es cosa bien sabida. Soy yo la que no siempre se duerme topo.
Varias horas permanecí con el termómetro bajo la axila, hasta empezar a sentir los primeros movimientos. Al fin, abrí el brazo suavemente para sacar los restos de ampolla rota y deja que los nuevos termometritos se attastraran hasta mi hombro. Incliné la cabeza hacia ellos: en su dulce media lengua de mercurio me llamaban "mamá"
Con un correctísimo conjuro invoco a Sataás. Sin mbarg, debo resignarme a conversar con su secretario. Mi señor es ubicuo y omnisciente, anuncia con solemnidad. Perpo me entrega una solicitud para llenar por triplicado. Decididamente la burocracia es un infierno.
Duplicar el capital frente a un espejo ¿especular?
Ante todo, alejar a los insectos de los guerreros orientales. Peligrosísimo un cienmpiés entrenado, por ejemplo, en la técnica marcial de las patadas voladoras.
Peor, mucho peor que perderse (y tan sedientos) en el desierto de una página en blanco: caer en el hondo pozo oasis de una o.
Dícese que los machos cabríos adoptan a veces la forma de demonios para darse aires y confundir a los hombres. Vender el alma al diablo es entregarse a un horror irreversible. Vendérsela a un chivo cualquiera es incurrir en una papelón eterno.
Con las manchas rebeldes, mano dura. Mediante grupos comando, especializados en el asesinato político, liquidar en primer lugar lugar a sus jefes. Desaparecidos los cabecillas, será más fácil someter a las demás, forzarlas a la obediencia más completa, convertirlas en manchas definitivamente leales. En ese punto, ya ni siquiera será necesario eliminarlas.
Porque mi mano derecha escandaliza, la corto y la arrojo fuera de mí. Ella camina muy oronda sobre sus cinco patitas por toda la casa y, lo que es más grave aún, sigue escandalizando.
Obsesiones sin patas se arrastran por mis circunvalaciones-sus meandros-. Hacen crisálidas en el lecho de neuronas con resultados alados y asombrosos que algunos llaman sueños.
Hay un lado éste, hay un lado otro, hay una permeable membrana que los une o separa y yo aquí, en ósmosis constante del lado este al lado otro, tras-pasada de lado a lado en el pasaje, en el pasar, en el definitivo ¿despertar?
Para que crezcan bien no basta con regarlas todos los días: hay que darles cariño, hablarles mucho, acariciarles la cabeza y las manos, decía el potus a los helechos, mirándonos con orgullo.
Durante cien años durmió la Bella, Un año tardó en desperezarse tras el beso apasionado de su príncipe. Dos años le llevó vestirse y cinco el desayuno. Todo lo había soportado sin quejas su real esposo hasta el momento terrible en que, después de catorce años de almuerzo, llegó la hora de la siesta.
Los niños se resisten al sueño porque recuerdan con exesiva precisión la calidad de la ausencia inimaginable desde la que han llegado. sólo el tiempo, el despertador y el olvido podrán obligarnos a disfrutar del sueño, de la nada.
Esperaba encontrarte pero no así, como decirte, no con esos ojos, no con esa corbata, no con ese nombre, no con ese tenedor, no con esos dientes, no yo así, tan emperejilada, tan tentadora, tan en mitad de plato, tan tostada.
Yo a las redundancias no les temo. Me quito los zapatos claveteados, inútiles en terrenos pedregosos, y con zapatillas de goma las pateo, hasta reducirlas en meras aliteraciones redondas, goleadoras. son recursos que una tiene: recursos literarios.
Mi mamita es una rosa, mi papito es un clavel. De esa unión imposible, condenada por todos, nací yo, pobre injerto híbrido y estéril, destinada a terminar mis días en cualquier florero de mal gusto.
No puedo golpearlo: su daño afectaría mi suerte. No puedo ponerlo en penitencia contra la pared: entre nosotros, una acción semejante solo se tolera ante la muerte. Cómo entonces castigar al espejo por haberse atrevido a reflejar mi otro cuerpo, la manos visible de mis caras.
Toda bruja tiene su escoba o la desea
Detrás de una puerta cerrada es posible encontrar los más inverosímiles horrores y también extraordinarias formas de la felicidad. Cuando la puerta se abre, el número de posibilidades, que era infinito, se reduce a uno y entramos, por ejemplo, en un baño (es lo más común) o en nuestro propio dormitorio. Y cómo porbar que esa realidad que se alza sólidamente ante nuestros ojos, es la misma que nos aguardaba, agazapada, cuando estábamos tan cerca pero fuera de ella, detrás de esa puerta que volveremos a cerrar al salir para permitir una vez más el auge y la decadencia de los innumerables universos.
Entre las formas de suicidio: retroceder en el tiempo hasta el momento de su propia concepción, impedirla.
La vida en una pecera no es mala. Estoy a salvo de los tiburones y no tengo que preocuparme por el alimento, hay plantas y la temperatura del agua es agradable. Los domingos me dan palmitos con salsa golf y suprema Maryland y hasta me han prometido una operación que abrirían agallas en mi cuello para no tener que estar siempre así, con la cabeza levantada.
Mientras el escultor la abraza tratando de infundirle su aliento vital, la estatua sonríe impasible, admirando con un poco de asombro la perfección del escultor, su obra.
Para atraerlos, no hay como descubrir ocultando. Un poco de orégano por aquí, y por allá y aros de cebolla en los lóbulos de las orejas para disimular los anzuelos. Cuando hay cardumen, mantenga la calma: no es conveniente atrapar más hombres de los que puede consumir en un invierno. La primavera los vuelve flacos y tornadizos, toman un fuerte sabor acidulado y su conservación resulta problemática.
Todos los patitos se fueron a bañar y el más chiquitito se quiso quedar. El sabía por qué: el compuesto químico que había arrojado horas antes en el agua del estanque dio el resultado previsto. Mamá Pata no volvió a pegarle: a un hijo repentinamente único se lo trata - es natural - con cierto miramientos.
Ana María Shua
Encargo
No me des tregua, no me perdones nunca/ Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves/ ¡No me dejes dormir, no me des paz!/ Entonces ganaré mi reino / naceré lentamente./ No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;/ tállame como un sílex, desespérame./ Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos./ Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas./ Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces./ No me importa ignorarte en pleno día,/ saber que juegas cara al sol y al hombre./ Compártelo./Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,/ lo que nadie te pide: las espinas/ hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,/ oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre./ París, 1951/1952
**seguimos con Julito**
Historias de Cronopios y de Famas
Conservación de recuerdos
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones". Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempres de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
**Con este maravillos autor, uno siempre se quedará corto de citas** !LEANLO TODO!
Historias de Cronopios y de Famas
Conservación de recuerdos
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones". Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempres de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
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Historias de Cronopios y de Famas
Alegría de un cronopio
Encuentro de un cronopio y un fama en la liquidación de la tienda La Mondiale.
-Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
-Cronopio cronopio?
-Cronopio cronopio.
-Hilo?
-Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
-Afuera llueve- dice el cronopio. Todo el cielo.
-No te preocupes- dice el fama. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los hilos -uno azul- y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.
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Historias de Cronopios y de Famas
Maravillosas Ocupaciones
Qué maravillosa ocupación cortarle la pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina.
Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.
Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas.
Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciando en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.
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Niebla
Por debajo de esta corriente de nuestra existencia, por dentro de ella, hay otra corriente en sentido contrario: aqui vamos del ayer al mañana, allí se va del mañana al ayer(...)
(...)Y ahora me brillan en el cielo de mi soledad los dos ojos de Eugenia. Me brillan con el resplandor de las lágrimas de mi madre. Y me hace creer que existo, ¡dulce ilusión! ¡Amo, ergo sum! Este amor, Orfeo, es como lluvia bienhechora en que se deshace y concreta la niebla de la existencia. Gracias al amor siento al alma de bulto, la toco. Empieza a dolerme en su cogollo mismo el alma, gracias al amor. ¿Qué es sino amor, sino dolor encarnado?
Vienen los días y van los días y el amor queda. Allá dentro, muy dentro, en las entrañas de las cosas, se rozan, se friegan la corriente de este mundo con la contraria corriente del otro, y de este roce y friega viene el más triste y dulce de los dolores: el de vivir (..)"
Soneto XVII
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio/ o flecha de claveles que propagan el fuego:/ te amo como se aman ciertas cosas oscuras,/ secretamente, entre la sombra y el alma./
Te amo como la planta que no florece y lleva/ dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,/ y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo/ el apretado aroma que ascendió de la tierra./
Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde,/ te amo directamente sin problemas ni orgullo:/ así te amo porque no sé amar de otra manera,/ sino así de este modo en que no soy ni eres,/ tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,/ tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño./
La Náusea
“Éramos un montón de existencias incómodas, embarazadas por nosotros mismos; no teníamos la menor razón de estar allí, ni unos ni otros; cada uno de los existentes, confuso, vagamente inquieto, se sentía de más con respecto a los otros. De más: fue la única relación que pude establecer entre los árboles, las verjas, los guijarros....Y yo –flojo, lánguido, obsceno, dirigiendo, removiendo melancólicos pensamientos–, también yo estaba de más. Afortunadamente no lo sentía, más bien lo comprendía, pero estaba incómodo porque me daba miedo sentirlo (todavía tengo miedo, miedo de que me atrape por la nuca y me levante como una ola). Soñaba vagamente en suprimirme, para destruir por lo menos una de esas existencias superfluas. Pero mi misma muerte habría estado de más. De más mi cadáver, mi sangre en esos guijarros, entre esas plantas, en el fondo de ese jardín sonriente. Y la carne carcomida hubiera estado de más en la tierra que la recibiese; y mis huesos, al fin limpios, descortezados, aseados y netos como dientes, todavía hubieran estado de más; yo estaba de más para toda la eternidad.”
“Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Solo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia, la gratuidad perfecta. Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo.”
La insoportable levedad del ser
"No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es la ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto de nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro. -Einmal ist keinmal- repite Tomás para sí (...)Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como no viviera en absoluto."
No te Salves
No te quedes inmóvil al borde del camino/ no congeles el júbilo/ no quieras con desgana/ no te salves ahora/ ni nunca./
No te salves/ no te llenes de calma/ no reserves del mundo/ sólo un rincón tranquilo/ no dejes caer lo párpados/ pesados como juicios/ no te quedes sin labios/ no te duermas sin sueño/ no te pienses sin sangre/ no te juzgues sin tiempo./
Pero si/ pese a todo/ no puedes evitarlo/ y congelas el jubilo/ y quieres con desgana/ y te salvas ahora/ y te llenas de calma/ y reservas del mundo/ sólo un rincón tranquilo/ y dejas caer los párpados/ pesados como juicios/ y te secas sin labios/ y te duermes sin sueño/ y te piensas sin sangre/ y te juzgas sin tiempo/ y te quedas inmóvil/ al borde del camino/ y te salvas/ entonces/ no te quedes conmigo/
Lo Fatal
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,/ y más la piedra dura porque esa ya no siente,/ pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo/ ni mayor pesadumbre que la vida consciente./Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,/ y el temor de haber sido y un futuro terror.../ ¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,/ y sufrir por la vida y por la sombra y por /
lo que no conocemos y apenas sospechamos,/ y la carne que tienta con sus frescos racimos,/ y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos/ y no saber adónde vamos,/ ni de dónde venimos!... /
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última actualización: 20 de mayo 2010
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